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Los seres humanos a lo largo de nuestra historia nos hemos concentrado en torno a rituales. El rito de la Navidad es el más exitoso en el mundo occidental, particularmente, de la celebración religiosa cristiana. La natividad es el icono más importante que fundamenta la llegada y nacimiento del mesías, Jesús de Nazaret, el cual representa la esperanza de la nueva vida. El motivo más trascendental para estar alegre. Representa el perdón, la vida, la esperanza y la resurrección.

El mundo occidental capitalista ha hecho de la Navidad una fiesta de consumo y de alegría. Es el motivo para evadirse por una corta temporada de la dureza de la vida y darse ese tiempo para la celebración con la familia, con los amigos, con los cuates. Soñar por un momento en un mundo de paz, armonía, alegría y compasión. No hay motivo para estar triste ni para no celebrar con una buena cena, bebida o champagne.

Pero no todos pueden experimentar este regocijo, para ellos la vida es difícil y hasta cruel. Para muchos de ellos son tiempos de beber y olvidar. El influjo de la mercadotecnia y la publicidad hace que todos, en mayor o menor grado, vivamos el embrujo de las fiestas navideñas.

La vida tiene que seguir, con alegría o sin ella. Con la esperanza de que algún día podamos vivir en armonía y en paz. Son tiempos de hipocresía. Los mexicanos estamos por vivir las elecciones políticas más importantes, de ellas dependerá nuestro destino, pero no a todos parece importar. Mientras eso sucede, no dejemos entrar en nuestros hogares al GRINCH y aunque sea por un corto momento brindemos con alegría por la Navidad.