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A mediados de 2012, me encontraba en la ciudad de Puebla, me pidieron ser el Cicerone de un alto cargo de la Cruz Roja Canadiense. Desayunábamos platicando sobre la Angelópolis, cuando recibió una llamada, se levantó bruscamente de la mesa atendiendo su celular y tardó mucho en regresar. Al volver se deshizo en mil disculpas y me confió que la semana anterior había ido a Siria en medio de las jornadas de la Primavera Árabe. Me compartió que parte de sus funciones eran monitorear la situación para el ministerio de defensa canadiense y que a eso obedeció la larga llamada telefónica. Sorprendido por la inusitada muestra de confianza, me atreví a mutar la conversación del barroco al oriente medio y le pregunté cuando caería Bashar al Asad, el canadiense certero me respondió que no iba a caer, antes de que yo pudiera volver a preguntar me aseguró que no caería pues el régimen y sus miembros no podían arriesgarse a perder sus privilegios. El tiempo le ha dado la razón y hoy tantos años después, esa conversación no deja de sorprenderme.

Algo diametralmente opuesto es lo que sucede actualmente en Cuba. Desde la caída de la URSS el 26 diciembre de 1991, muchas señales han mostrado el fracaso de la Revolución Cubana. Más allá del férreo embargo impuesto por Estados Unidos, el modelo cubano se agotó, no solo en lo económico sino en lo político y en lo social. Hoy aquel paraíso caribeño solo lo pueden disfrutar los turistas y quienes pueden cambiar dólares americanos en el mercado negro. Es notorio que la revolución detonó un éxodo de cubanos por todo el mundo, particularmente a la Florida tan cercana geográficamente y culturalmente a la mayor de las Antillas. México no ha sido la excepción, también por la cercanía y por los ineludibles vínculos históricos. Cancún, la Ciudad de México y la blanca Mérida cuentan con importantes comunidades de exiliados cubanos. Los isleños no solo ven en México un trampolín para llegar a Estados Unidos, donde casi todos tienen familia y amigos, sino muchos se asimilan y hacen vida en tierras aztecas. En el caso de Mérida, incluso en los noventas se dio un episodio tragicómico cuando las conservadoras amas de casa yucatecas publicaron una protesta porque las guapas y extrovertidas cubanas les estaban robando a los maridos.

Desde la llegada de Fidel Castro al poder se han dado crisis migratorias de cubanos huyendo de la revolución, sucedió al principio de la década de los sesenta, en 1980 y en 1994, ahora esta diáspora es simplemente alarmante, pues se estima que en poco menos de un año ha emigrado el cinco por ciento de la población de la isla. Esto no es más que la antesala de una debacle que no sabemos cuándo ocurrirá, pero con toda certeza no es lejana.

Es del dominio público que los cubanos de a pie, tienen que fabricar milagros para “resolver” su día a día, pero ahora lo que representa una señal ineludible del ocaso del régimen, lo es el hecho de que ya no solo son los ciudadanos comunes y corrientes los que buscan salir de la isla, sino a diferencia de los sirios, lo son las elites, los miembros de burocracia y del partido comunista. Todos los sobrinos de Fidel y Raúl Castro, no viven en las agradables casas de protocolo habaneras, sino fuera de Cuba y particularmente en Miami, en Cancún, por ejemplo, tiene su residencia un antiguo ministro de salud.

Desde la perspectiva del exterior, se puede pensar que los miembros de la abultada burocracia, de los poderosos ministerios, del partido, y de los medios de comunicación del Estado como el icónico Granma o Radio Rebelde, pueden gozar de mayores privilegios que el resto de sus vecinos o bien que deben guardar las formas manifestando una lealtad a toda prueba a la revolución, ello es parcialmente cierto, pero también lo es que ya sin empacho buscan sacar a sus hijos del país y muchos de ellos también esperan la oportunidad para hacerlo.

La ruta recurrente en estos tiempos, es tomar un avión a Managua, donde no se les exige visa y de ahí en medio de incontables peligros llegar por tierra a México para desde aquí alcanzar el sueño americano. Nueve vuelos diarios salen de La Habana a Managua, mismos que retornan vacíos. Las duras tropas guarda fronteras cubanas simplemente se hacen de la vista gorda, ante lo que es ya el preludio de una gran tormenta. Al llegar a México, los migrantes cubanos al justificado terror de caer en manos del crimen organizado se añade el ser deportados por el gobierno de la 4T, tan afín al gobierno de la isla y con una pésima política migratoria.

En tanto el régimen castrista esté en pie, la emigración será inevitable y cada vez en mayores proporciones, lo deseable es que una vez que este largo ocaso concluya, la diáspora cubana pueda retornar a su patria.

*Escritor y cronista morelense.