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Cumpliendo el Acuerdo de Dubai: descarbonizar a México

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Como indiqué la semana pasada, nuestro país se comprometió en Dubai (COP 28) a la eliminación gradual de la producción y consumo de los combustibles fósiles, a reducirlos a la mitad en el 2030 y a anularlos en el 2050. Tal medida es necesaria, si aún pretendemos ralentizar el proceso de desequilibrio acelerado que está llevando a la humanidad, esa “estructura disipativa” (W-P Rees, 2023) [1], a su pura y simple autodestrucción. Todavía está abierta la ventana de oportunidad para evitar la crisis socioambiental que predijo el estudio —elaborado con el apoyo del Massachusetts Institute of Technology por el Club de Roma— Los límites al crecimiento (1972), así como su más reciente versión (Earth for All, 2022).

La semana pasada referimos los cambios que debían realizarse en la industria y en los hogares. Detengámonos ahora en los que se requieren en las calles y el campo pues toca a los ciudadanos exigir a sus gobiernos hacer realidad los escasos compromisos que las COPs han obtenido.

  • En las calles. El mayor reto que tiene México es, sin duda, la descarbonización de su sistema de transporte, tanto de mercancías como de pasajeros. La planta vehicular del país es enorme y en casi su totalidad está compuesta por automotores de combustión interna. El sistema ferroviario fue abandonado y entregado a particulares desde mediados del siglo pasado y, salvo el Sistema de Transporte Metro existente en la CDMX, Guadalajara y Monterrey—, en el resto de las urbes mexicanas brilla por su ausencia. México siguió el modelo Detroit de movilidad y, en consecuencia, el costo del transporte recayó en la ciudadanía, la cual convirtió a los autos en una necesidad y, peor, en una extensión de su espacio vital. El mayor anhelo de los jóvenes mexicanos —y curiosamente no de los jóvenes europeos que cuentan con Sistemas de transporte público eficientes y seguros— es contar con un auto propio. Los autos eléctricos no son opción pues aún tienen precios prohibitivos, lo cual los hace inaccesibles para las mayorías. Afortunadamente contamos con una posibilidad mucho más barata y factible: la conversión de la movilidad mexicana en tres direcciones: hacia el transporte público, las bicicletas y los biohíbridos. Un buen transporte público implica el uso de motores eléctricos para trenes, tranvías y autobuses, lo cual es ya una realidad en varias ciudades del globo. En segundo lugar, el cambio de los autos por bicicletas eléctricas sólo requiere del establecimiento de vías exclusivas que garanticen la seguridad de los usuarios. Finalmente, los biohíbridos son una estupenda opción pues son vehículos muy ligeros y de tres o cuatro ruedas, habitualmente biplaza, donde el conductor va cómodamente sentado y que funcionan gracias a un motor eléctrico que magnifica la potencia del pedaleo. Tales vehículos constituyen una opción para las personas que no posean el equilibrio que exigen las bicicletas.
  • En el campo. Descarbonizar el campo pasa por el uso de vehículos eléctricos para el arado, la cosecha y la entrega de los productos, así como de otras tecnologías como los generadores microhidráulicos, paneles solares y bombas eléctricas para extraer el agua de los pozos e iluminar las viviendas. Es menester también promover la agricultura regenerativa (Earth for All, 2022). Tales tecnologías están perfectamente probadas y se encuentran disponibles.

Es plenamente factible descarbonizar las calles y el campo mexicano, sólo se requiere de voluntad política, de gobernantes que se den cuenta de que el futuro de la nación—y del mundo— se encuentra en el fomento de las energías renovables. Corresponderá a los encargados de la siguiente administración nacional y estatal iniciar la reconversión hacia dichas energías. Nos corresponde a los ciudadanos exigirles que así lo hagan.

[1] Rees, W-P (2023). The Human Ecology of Overshoot: Why a Major ‘Population Correction’ is Inevitable, World, 4(3), DOI: https://www.mdpi.com/2673-4060/4/3/32.