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Casi no conocí a Mafer. Nos encontramos sólo dos o tres veces en eventos culturales, y recuerdo que me impresionaron fuertemente su bondad y su espíritu creativo. Ahora, como tantos, quiero declarar que su desaparición y feminicidio es intolerable, me atraviesa, nos atraviesa. No tengo mucho que decir o añadir ante un hecho tan bárbaro y doloroso sólo la sensación de que debo honrar su ausencia y su presencia, para que se sume a otras voces, otras mucho más cercanas y con más derecho a extrañarla. Para hablar de algo tan brutal, el lenguaje de la lógica (en mi caso) no me sirve. Entonces, como un rezo y protesta ante todos aquellos que desaparecen, comparto este poema de mi autoría, aun inédito.
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El poema nació para los 43 estudiantes/maestros normalistas de Ayotzinapa, cuando me propuse el reto de escribir un poema diario para ellos durante 43 días. Nunca pude cumplirlo, porque en el día 15 me invadieron las pesadillas, una desolación aterradora que me alejaba de mi familia inmediata. Ese es el peligro de mirar un abismo de dolor, perderse ahí y sin embargo (a mi parecer) es casi una blasfemia cerrar los ojos. Ahora, pensando en Mafer, me es aún más evidente que este poema no es sólo para 43 sino para todas/todos/todes/ aquellos que desde diversas latitudes sufren la desaparición y la brutalidad de la violencia. El poeta Czeslaw Milosz se pregunta sobre el papel que juega el poeta en tiempos obscuros con esta pregunta: “¿En tiempos obscuros cantaremos?” Él mismo se responde y nos responde la pregunta: ¡Si habrá cantos, cantaremos entonces sobre los tiempos oscuros!”. Estoy de acuerdo con su insistencia de que hemos de seguir cantando, más allá de la adversidad, elevando nuestras voces como un rezo, una oda, un acto de resistencia, un sueño y un grito: Mafer, no desapareces, aquí tu luz sigue prendida.
Los desaparecidos
Cuando hacemos el amor
nos entregamos a la posibilidad
de ser desaparecidos—
Desaparecer como el alba
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que se desvanece dentro de sí misma—
como ola y arena que en límite de los labios
abandona la forma para volcarse en la danza—
cuando hacemos el amor abandonamos
los pequeños hábitos que nos endurecen
la certeza de la noche y del día
desaparecemos en tu y en yo encendidos
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por el sueño perpetuo.
Minutos o horas o días después
volvemos a aparecer transfigurados
con más rostro en nuestras caras
con más pelos en nuestro cabello
con más tiempo en nuestras horas.
A lavar las tazas de la noche anterior,
limpiar otra vez la boca, los dientes, los actos, las palabras.
Le bajamos de nuevo la flama de la cocina
y le cantamos a su constancia.
O tal vez amar es más sencillo
un combustible que no se agota
porque la fe misma es la flama que surge
en el sitio donde se extingue –
Pero los hombres que desaparecen
a los amantes del mundo
han olvidado como disolverse
en un rostro amado
Andan por décadas desaparecidos
por su envidia bruta
endurecidos por la cruel parodia de sí mismos.
Foto: Mafer Rejón, FB