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Carlos Azar Manzur*

Aunque la mayor parte del Mundial de 2026 se jugará en Estados Unidos, México se convertirá en el primer país que será tres veces sede de una Copa del mundo y el Estadio Azteca podrá ser el único estadio en el que se inauguren tres mundiales. Gracias a eso, me gustaría abordar el acercamiento que el cine tuvo a las Copas anteriores ante la posibilidad de recoger los temas que broten en el siguiente.
Se ha llegado a creer de manera generalizada que el de 1970 pasa por ser el mejor Mundial de la historia, el más ofensivo, el más colorido, el más alegre y el que juntó a varias figuras de esa época. Sin embargo, detrás de la historia del triunfo del mejor equipo del mundo, más allá del no gol de Pelé y de la atajada de Gordon Banks, una sombra que nunca recordamos (como sí hemos hecho con el triunfo de Argentina en 1978) empañó la celebración brasileña: el uso que el poder ha dado al triunfo de los deportistas. Aun así, el cine ha logrado desmitificar aquella cita histórica con El año que mis padres se fueron de vacaciones (2006), una extraordinaria película brasileña de Cau Hamburger. En aquellos años, así como lo cuenta Kapuscinski, la dictadura militar de Brasil marca la mirada de Mauro, cuyos padres lo dejan con su abuelo durante el verano. La excusa son unas vacaciones, pero en realidad, buscaban esconderse de un gobierno que se apropió del triunfo para vender propaganda mezclada con fiesta y goles. Una gran película, un antecedente del cine que desarrollara el cine de Ken Loach.
El Mundial de México 70, el torneo de la consagración de Pelé y en el que Brasil ganó la Copa Jules Rimet, no ha pasado de un puñado de referencias en documentales sobre Pelé o sobre la selección brasileña, además del documental oficial mexicano, dirigido por Alberto Isaac, el también encargado del documental sobre las Olimpiadas de 1968. Sin embargo, un partido en concreto, la semifinal bautizada como “El partido del siglo”, ha dado lugar al título de una película italiana de ficción, Italia-Germania, 4 a 3 (1990), dirigida por Andrea Barzini. La semifinal sirve para que tres amigos de juventud se encuentren 20 años después para volver a ver el famoso 4-3 del Mundial de México. El director de banco, Francesco (Fabrizio Bentivoglio), casado con la chica más deseada del colegio; Federico (Massimo Ghini), un publicista de éxito, y Antonio (Giuseppe Cederna), profesor de colegio, que mantiene los ideales juveniles, están completamente frustrados hoy. La reunión se convierte en un repaso a los años vividos, pero ese reencuentro se salva por la cita futbolera. Las insatisfacciones y el rencor se cambian por un final optimista, como el resultado de aquel partido.
Mientras tanto en 1986 Dios creó a Maradona. El futbol volvió a brillar en México de la mano de Diego, de tal forma que los documentales sobre el Diez se centran en este Mundial. Emir Kusturica, por ejemplo, le quiso rendir homenaje (porque la película no es más que eso, y es una pena, porque Maradona daba para mucho más) en Maradona por Kusturica, y se pasó de la raya. Esperábamos más del serbio más arriesgado del cine balcánico.
Asimismo, todo el cine argentino de esa época acaba de alguna manera remitiéndose a Diego y su gol de “barrilete cósmico”. Películas como El mismo amor, la misma lluvia (1999) de Juan José Campanella, lo rescatan en la redacción de la revista en la que trabaja Ricardo Darín, y remite a los buenos tiempos para el país, ya en democracia, en el gobierno de Raúl Alfonsín. Incluso a los rivales, cuando Kenneth Branagh lo presentan en Los amigos de Peter (1992), enmarcado por una canción de Tears for Fears. Maradona ha dado mucho para el cine, desde documentales hasta la conmovedora El camino de Diego de Carlos Sorín, pasando por Amando a Maradona, una película sobre nuestro amor incondicional por Diego (2007), de Javier Vázquez, y llegando a la extraordinaria Fue la mano de Dios (2021) de Paolo Sorrentino.
Pero más allá de los grandes cracks, el Mundial también nos dejó otras historias. James Erskine, director de Una noche en Turín, sobre la selección inglesa en el Mundial de 90, filmó Shooting for Socrates, una película que analiza la situación política de Irlanda en los años 80, por medio de los ojos de un niño obsesionado por el futbol y de la mano de la participación de Irlanda del Norte en el Mundial de 1986. Esta película une la situación política de Irlanda con el enfrentamiento con Brasil (cuyo líder espiritual en el campo era Sócrates, un enorme jugador muy crítico con la dictadura brasileña). John Hannah interpreta de manera notable al entrenador Billy Bingham. Esta película, en el estilo de Billy Elliot también recuerda a El año que mis padres se fueron de vacaciones. La mirada del niño huele a derrota, no sólo por la situación política.
*Carlos Azar es poeta, maestro y, como él dice, defensa central. El mundial de Catar termina y comienza la cuenta regresiva del Mundial de México, Estados Unidos y Canadá en 2026. Emiliano Becerril lo invita a escribir sobre el cine que se ha generado a partir de los Mundiales en México.

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