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Antulio Sánchez


Dentro de la oferta de contenidos radiales y televisivos en nuestro país están los denominados medios públicos, que han tenido un desenvolvimiento desigual, ya que pocos son los que se ciñen a cumplir el papel de reflejar la realidad social, política y cultural del país, que son parte de las necesidades informativas de la ciudadanía, que es la que sostiene dichos medios con sus impuestos.
Los medios públicos tienen una historia que se remonta al siglo XX. Fue en 1924 cuando nació Radio Educación, pionera en el campo de la radiodifusión pública mexicana, que a partir de 1968 se convertirá en un medio referencial no solo por los buenos contenidos producidos, sino también por la llegada de una generación de profesionistas de diversas disciplinas de las ciencias sociales y las humanidades pertrechados de un espíritu crítico que se gestaba en esos años, con ello se dio paso a una batería de locutores que influirán en los derroteros del quehacer radial de los mismos medios comerciales.
Hoy tenemos en México una amplia oferta de medios públicos: los hay federales con una presencia nacional, canales de televisión como el 11, el 22 o el mismo SPR (Canal 14). Pero también están los estatales que conforman un amplio espectro de radios y canales; también tenemos los medios universitarios que han ido desplegándose a lo largo y ancho del territorio nacional.
Los medios públicos no solo deben competir con las grandes cadenas nacionales de radio y televisión privadas, que son las que acaparan el grueso de las audiencias e ingresos publicitarios, sino también con las plataformas de contenidos, los denominados OTT como Netflix o HBO, las redes sociales y una gama de servicios derivados del ciberespacio, que han reconfigurado el consumo de medios audiovisuales. Mientras que los medios públicos carecen de recursos para dotarse de mejor infraestructura y profesionales mejor remunerados para competir con los privados. A pesar de eso, es cierto que en el país muchos medios públicos estatales tienen producciones de calidad, que compiten con los nacionales.
Pero también es verdad que los medios en una sociedad democrática deberían ser contrapeso del poder, cuestión que los medios públicos federales lo desempeñaron algún tiempo bastante bien, pero en el caso de los medios públicos estatales desde siempre solo han sido cajas de resonancia de los gobiernos en turno, quienes los han convertido en una extensión más de su área de comunicación social, como es el caso del Instituto Morelense de Radio y Televisión en nuestra entidad. Incluso los universitarios, se desempeñan bien al criticar al poder público, pero son nulos para reflejar la pluralidad política de sus mismas comunidades universitarias.
Los medios federales hoy viven momentos complicados. La presente administración federal había referido que impulsaría una reconversión de los medios públicos para avanzar en su democratización y modernización, cuestión que quedó en promesas no solo porque han sido fuertemente castigados presupuestalmente, sino también porque varios de ellos, que habían ido avanzado en independencia editorial y pluralidad, han terminado por devenir en meras cajas de resonancia del gobierno en turno. Incluso quienes los dirigen fueron críticos severos en el pasado de los derroteros de dichos medios públicos, de la falta de recursos económicos para modernizarse o de exigir una mayor pluralidad en su programación, pero ahora instalados al frente de dichos medios olvidaron lo demandado.
Hoy es una realidad que su audiencia es simbólica y sus posturas han terminado por evidenciar que dejaron de ser una alternativa para reflejar la diversidad política. Hoy las audiencias se han dirigido a las redes sociales en donde participan activamente, generan contenidos y pueden expresarse abiertamente y desenvolverse sin taxativas, cuestión que esos medios son incapaces de hacer, y por tanto ya no son idóneos para influir en la conversación pública.

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