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El secretario de Gobierno, Samuel Sotelo Salgado, rechazó que 2022 haya sido uno de los años más violentos en la entidad. “No consideramos que tengamos los índices más altos en homicidios; además, los que han ocurrido, están ligados a delincuencia organizada”, explicó.

Para tranquilizar a la población, el encargado de la política interna de la entidad, comentó que ¨Morelos es de los pocos estados donde diariamente sesiona la Mesa de Coordinación para la Construcción de La Paz, donde se proponen estrategias para el reforzamiento de la seguridad”.

¿Con eso usted ya se siente más tranquilo? Nosotros tampoco.

¿Que Morelos esté entre los primeros lugares de feminicidios, homicidios dolosos, asaltos y robos, son los logros Mesa de Coordinación para la Construcción de la Paz?

¿Se construye la paz tolerando que diariamente desaparezcan un hombre y una mujer en el territorio morelense?

Recurrir al atajo argumentativo de que no debemos preocuparnos porque la mayoría de los homicidios dolosos son producto  del crimen organizado y, presumiblemente, las víctimas se buscaron su destino por andar en malos pasos, además de falso, es un argumento muy endeble pues esos muertos también cuentan.

Además, y mucho peor, es la receta para invisibilizar la violencia y la inseguridad, como si éstas ocurrieran en una realidad paralela y no tuvieran como rehén a la sociedad entera.

Es una forma de eludir la responsabilidad que le corresponde al Estado de velar por la integridad y vida de todos, aunque sean criminales, como ha sostenido el propio Presidente de la República. Es la justificación de que el crimen se las arregla solo, que están más allá de las leyes, la policía, las pruebas y los juicios legales y una serie de condiciones que el Estado debería proveer para que imperara la justicia y la genuina paz.

De acuerdo con Consejo Ciudadano Estatal de Seguridad Pública y Procuración de Justicia de Morelos, entre 2020 y mediados del 2022, han aumentado el número de robos con violencia, los robos a casa habitación, el robo a negocios, el robo a transeúnte, los homicidios dolosos, los homicidios dolosos con arma de fuego, las lesiones dolosas, las violaciones, las amenazas y la violencia familiar.

En general, en Morelos, en ese mismo lapso, también ha aumentado la tasa de incidencia delictiva en un 4.2 por ciento, lo que lo mantiene en el número 12 del ranking nacional de incidencia de delitos en referencia a su población.

En relación con su población, en cuanto al número de víctimas de homicidio doloso, Morelos se encuentra en la sexta posición de las 32 entidades de la República (ya en la cuarta, en el más recién te corte del Consejo); en el segundo lugar en feminicidios; en el tercero en secuestros; en el cuarto en denuncias de violación; en el doceavo en denuncias de violencia familiar; en el octavo en robos a particular; en el noveno en robos a casa habitación; en el quinto a robos a negocio; en el tercero en robos a vehículos y, en el segundo en robos de motocicletas.

De todos esos tan lamentables datos estadísticos -obtenidos por el Consejo a partir de información del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública- pueden dar fe los vecinos de Tepoztlán, Cuernavaca, Xoxocotla, Yautepec, Ayala, Temixco y Cuautla, las regiones más inseguras del estado.

Qué bueno que para el secretario de Gobierno 2022 no fue un año violento, aunque la información apunte hacia otra parte; y todavía habrá que esperar los datos finales de este año, que analizaremos detenidamente y, desde luego, daremos a conocer.

Por supuesto que el crimen no se inventó recientemente y desde luego que nadie espera que esta administración acabe con él.

Lo que sí es válido pedir es que las autoridades se tomen su trabajo en serio. Tampoco estaría mal un poco de empatía con las víctimas de la inseguridad, tan meticulosamente contemplada por la Mesa de Coordinación para la Construcción de La Paz.

Zafra:

¿Solamente SAPAC está en quiebra?

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