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José Martínez Cruz y Marco Aurelio Palma Apodaca

Durante los días 29 y 30 de marzo de 2024, se llevó a cabo el XIV Congreso Nacional del Partido Revolucionario de las y los Trabajadores en la comunidad de Zautla, sierra norte de Puebla, en el Centro de Estudios Sociales para el Desarrollo Rural, analizando la situación política y social actual en nuestro país. Se abordaron temas locales y nacionales, entre otros resolutivos, la exigencia de un alto al fuego y al genocidio contra el pueblo palestino en la Franja de Gaza por parte del Ejército de Israel al mando del régimen sionista y el rompimiento de relaciones por parte del gobierno mexicano. También

la exigencia de presentación con vida del desaparecido José Pelayo Zalgado, luchador social en la costa michoacana, un profesor de primaria que es fundador y coordinador del Consejo Popular de Chinicuila y es un defensor del territorio y la naturaleza. Exigimos su presentación con vida, igual que a los 43 de Ayotzinapa.

En próximos artículos daremos a conocer los resolutivos. Hoy es necesario atrevernos a pensar alternativas que vayan más allá de la coyuntura electoral.

Por eso, retomamos a continuación las tesis que se analizarán en el Congreso Mundial de la IV Internacional. El mundo por el que luchamos. Nuestra visión del futuro de la sociedad combina la emancipación social y política con el imperativo de detener la destrucción de la vida y reparar en la medida de lo posible los daños ya causados.

Queremos imaginar lo que sería una buena vida para todos y todas, en todas partes, reduciendo el consumo de materia y energía y, por tanto, reduciendo la producción material. No se trata de ofrecer un modelo prefabricado, sino de atreverse a pensar en otro mundo, un mundo que dé ganas de luchar para construirlo rompiendo con el capitalismo y el productivismo.

Una buena vida para todos y todas requiere que se satisfagan las necesidades humanas básicas: alimentación sana, salud, vivienda, aire limpio y agua potable.

Una buena vida es también una vida por la que optamos, plena, creativa y comprometida en unas relaciones humanas ricas e igualitarias, rodeada de la belleza del mundo y de los logros humanos.

La tierra y el agua, siendo indispensables para nuestra vida, estarán excluidos de la apropiación privada y se considerarán bienes comunes porque, tanto ahora como a largo plazo, deben beneficiar a toda la humanidad.

Para garantizar estos bienes comunes a lo largo del tiempo, se elaborarán normas colectivas que definan no sólo los usos a los que se destinan, sino también los límites de estos usos y las obligaciones de mantenerlos o repararlos.

Los servicios orientados a las personas y los cuidados que necesitan en las diferentes etapas de su vida, respetando la intimidad de cada cual, quebrarán la separación entre lo público y lo privado, y mediante su socialización pondrán fin a la asignación de las mujeres para estas tareas, es decir, las convertirán en una cuestión de toda la sociedad. Entre otras, estos servicios de reproducción social son herramientas esenciales en la lucha contra la opresión patriarcal.

A nivel de la sociedad en su conjunto, la planificación ecológica democrática permitirá a las personas reapropiarse de las grandes opciones sociales relativas a la producción: decidir qué producir y cómo producir; los servicios que deben prestarse y, también, los límites aceptables en la utilización de recursos materiales como el agua, la energía, los transportes, la tierra, etc.

Esta democracia económica y política global se articulará a través de múltiples colectividades y comisiones descentralizadas que permitirán tomar decisiones. La combinación de estos diferentes niveles de democracia es lo que permite cooperar en lugar de competir, así como una gestión justa desde el punto de vista ecológico y social, y satisfactoria desde el punto de vista humano.

Todas las decisiones relacionadas con la producción y la distribución, con la forma en que queremos vivir, se guiarán por el siguiente principio: descentralizar todo lo posible, coordinar todo lo necesario.

Tomar las riendas de nuestra vida y participar en colectivos sociales requerirá tiempo, energía e inteligencia colectiva. La producción se dedicará exclusivamente a satisfacer las necesidades determinadas democráticamente. La producción y la distribución se organizarán de forma que se minimice el consumo de recursos y se eliminen los residuos, la contaminación y las emisiones de gases de efecto invernadero.

Producir lo más cerca posible de las necesidades que hay que satisfacer significa menos transporte y conocer mejor el trabajo, los materiales y la energía necesarios.

La agricultura será ecológica, a pequeña escala y local para garantizar la soberanía alimentaria y la protección de la biodiversidad.

El sector energético basado en fuentes renovables. Se desarrollarán y reforzarán las actividades vinculadas a la reproducción social (sanidad, educación, atención a las personas mayores o dependientes, cuidado de la infancia, etc.), procurando no reproducir los estereotipos de género.

La autogestión de las unidades de producción combinada con la planificación democrática permitirá a los trabajadores y trabajadoras controlar su actividad, decidir sobre la organización del trabajo y cuestionar la división entre trabajo manual e intelectual.

En todos los ámbitos se combinarán la convicción de hacer algo útil y la satisfacción de hacerlo bien. Liberar el trabajo de la alienación.

La libertad no reside en el consumo ilimitado, sino en la autolimitación elegida y comprendida, conquistada contra la alienación consumista.

La verdadera riqueza no reside en el aumento infinito de los bienes, sino en el aumento del tiempo libre.

El tiempo libre abre la posibilidad de una autorrealización en el juego, el estudio, la actividad cívica, la creación artística, las relaciones interpersonales y las relaciones sociales.

Por eso, todas y todos juntos luchemos conscientemente construyendo la esperanza organizada. Porque un mundo mejor y más justo es posible.