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María Helena González

El uso político de la imagen del General Emiliano Zapata se divide en varios capítulos. Uno de ellos lo convierte en emblema de la cultura de la resistencia, otro lo identifica con el charro en el cine mexicano, cosa que ha dado pie a su representación vana y fragmentaria en objetos de consumo. Estas y otras interpretaciones han dado pie a que desde tiempos del viejo PRI se considerara aprovechar la llamada Ruta de Zapata, como recorrido turístico-cultural. La pregunta es: ¿se harán estos días las revisiones del tema sobre las rodillas otra vez?

Que existan tres museos zapatistas (uno de ellos sin el montaje del acervo que le dio inicio, donado por los pobladores, por falta de presupuesto desde el terremoto de 2017) no implica que se cuente con una ruta cultural aprovechable por el sector de un estado que ha presumido ser “Anfitrión del Mundo”. Existen los estudios de factibilidad, pero no se les presentaron a los titulares de las dependencias gubernamentales por falta de interés de éstas.

Pienso en la ruta de Santiago de Compostela, en España, cuyos itinerarios culturales implican la concordancia entre quienes ofrecen los servicios. Las instituciones públicas y los empresarios involucrados en el tema consideran la calidad de los productos que se le ofrecen al visitante, comenzando por la seguridad y calidad de las vías de tránsito. Se supervisan la oferta alimentaria, los servicios públicos necesarios, lo que se procurará para las familias con niños pequeños, etc. ¿Quiénes atenderán a las personas en caso de algún percance o accidente, cuáles son los protocolos previstos para el manejo masivo de gente?

La llamada Ruta de Zapata incluye tres municipios que no están actualmente preparados para atender al usuario del llamado turismo cultural. Las carreteras son inseguras y no hay convenios firmados entre los sectores responsables de salud, educación y cultura. No existe la información diseñada y académicamente certificada para que quien recorra el trayecto que va entre Anenecuilco, Tlaltizapán y Chinameca, -lugares en donde nació, estableció su cuartel y murió asesinado Emiliano Zapata- sienta que se lleva un aprendizaje significativo y coherentemente hilado.

En Cuernavaca, municipio que también debería formar parte del itinerario contamos con un lugar emblemático que no se ha posicionado nunca como destino prioritario. Me refiero al llamado “Hotel Moctezuma”, que no es un hotel sino un centro comercial.

Como escribió sobre un poyecto similar mi querido amigo Adalberto Ríos Szalay: “Generar empleos para ofrecer ricos alimentos, sitios de pernocta con encanto, buenos transportes y hospitalidad… es la manera de hacer un ejercicio de congruencia con un proyecto edificado.” ¿Es mucho pedir? Ω

helenanoval@yahoo.com.mx