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(Parte II)

 

El 17 de enero de 1901 el Teniente Coronel porfirista y jefe de los rurales en Magdalena, Sonora, Emilio Kosterlitzky, escribió una carta al Coronel Green, dueño de la Cananea Consolidated Cooper Company (4C), en el que le comunica que el Lic. Arturo Paz del gobierno federal, le escribió: “Con el cambio de ministerio, ha cambiado también (sic) favorablemente para nosotros el asunto”. Se refiere a la denuncia contra una persona que consideran un rebelde y espera que, con el cambio de autoridades, continúe la persecución. Kosterlitzky expresa, su beneplácito porque la tranquilidad de la minera se garantizará en la medida en que los “agitadores” serían perseguidos, al igual que los yaquis. En esa misma misiva, le pide instrucciones a Green para hacer un nombramiento dentro de su jurisdicción. “Estoy realmente contento de oír las buenas noticias y lo felicito pero me gustaría que usted me diera instrucciones… (sobre) la designación del Ingeniero Sixto Espinoza, no sé si usted prefiere a otro persona por favor indíqueme”.

La genuflexión del militar mexicano al empresario norteamericano se extiende hasta el 6 de junio de 1911. Fecha en que Green le escribe por última vez para informarle que el pago de mayo de los Rurales está en trámite y que las nuevas autoridades, tanto civiles como militares de Sonora, han indicado que “…en el futuro no se deberán hacer pagos a policías, oficiales o empleados del gobierno, que todas nuestras contribuciones deben ir a través de los funcionarios fiscales debidamente calificados. En la medida en que ellos están al mando de la situación, no vemos otra alternativa que cumplir sus requerimientos… suspenderemos pagos adicionales”[1]. Había empezado la Revolución.

La huelga de los mineros mexicanos de la 4C, obtuvo la distinción de precursora de la Revolución Mexicana. El 1° de junio de 1906, tres mil mineros con sus mejores ropas de domingo, marcharon hacia la tienda de la empresa y bloquearon la entrada de la mina. Sus mantas decían “Ocho horas, cinco pesos”. El magnate Green pagaba 5 dólares por una jornada de 8 horas a los mineros norteamericanos, que eran varios cientos. Los mexicanos recibían 3 pesos por una jornada de 10 horas. A la demanda de aumento del salario y disminución de la jornada, exigían emplear tres mexicanos por cada minero americano; que los mexicanos tuvieran el derecho a ser promovidos, y cambiar a algunos de los supervisores por otros que tuvieran “sentimientos nobles” y no los degradaran por ser mexicanos. Porfirio Díaz, ordenó que 1,500 soldados se desplazaran hacia Cananea y mandó a Kosterlitzky hacia la mina.

En dos días, los 3000 huelguistas desarmados fueron reprimidos. El gobernador Yzábal, Green y el comandante Torres, enviado por Díaz, insultaron y amenazaron a los mineros. No admitieron diálogo alguno, no obstante, que la carta dirigida a Green por el Comité de 15 mineros elegidos por sus compañeros se expresaba en términos respetuosos y solo se refería a las malas condiciones laborales.

“Los mineros siempre han demostrado su amor por el trabajo, como ha quedado demostrado; pero las aspiraciones de nuestra gente, bajo las actuales condiciones, parecen que se han dirigido hacia la nada, no existe equidad en la distribución de los salarios, los extranjeros tienen la preferencia en el Campo. Por otro lado, si se establecen mejores condiciones habrá más eficiencia en el servicio a la Compañía.”

Más adelante en su misiva declaran que “Creemos firmemente que nuestras demandas son muy justas y que la Compañía accederá a nuestras peticiones, no perderá nada, y los beneficios resultantes de esta generosidad impactarán en gran medida en beneficios para la Ciudad” (Carta mineros, 1906). Yzábal dio la orden de abrir fuego contra los mineros, murieron 35 mexicanos y seis americanos. Cerca de 300 mineros extranjeros apoyaban a sus compañeros mexicanos. Luego de la masacre, abandonaron la 4C.

*Profesora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México

  1. Las cartas mencionadas se encuentran en el Archivo de la Cananea Consolidated Cooper, Co., S. A. en Arizona Historical Society, Tucson.