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De chiquito, como de siete años, se caía con frecuencia; comía bien pero no subía de peso ni crecía. Una calurosa madrugada se despertó con un fuerte dolor en la rodilla izquierda y poco después, corriendo en el patio, de repente se cayó.

—La caída fue aparatosa, me espanté —dice la mamá, Verónica Mancio Villanueva—; lo levantó mi papá. Lloró, le revisé su piecito. Siguió caminando con dificultad, pero como le seguía doliendo lo llevé a un consultorio de farmacia y el doctor le recetó medicina para calmar el dolor, bajar la inflamación y ordenó una placa.

—No hay fractura, pero observo descalcificación —valoró ese médico.

—Pasaron varios días y el dolor seguía día y noche, solo se le calmaba un ratito; entonces fui con un traumatólogo particular y vio la placa.

—Esto es delicado, el hueso está infectado, requiere cirugía; yo lo puedo hacer, pero además de que aquí le costaría mucho dinero, no soy pediatra. Tiene que llevarlo al Hospital del Niño. Mañana véame a las ocho de la mañana en el Hospital Meana, le haré una referencia para que se lo reciban.

—Al otro día, temprano, cuando el doctor llegó, yo ya estaba esperándolo. Me atendió rápido —explica la mamá.

—Lléveselo cuanto antes, si es posible saliendo de aquí, váyase al Hospital del Niño. No deje que pase un día más —advirtió el doctor.

Sin demora, con un nudo en la garganta, Verónica llevó a Erick al Hospital del Niño. Rápido fue internado. Con urgencia le sacaron una radiografía y una tomografía.

—Su niño tiene algo malo, puede ser cáncer. En la noche vendrá a verlo un cirujano oncólogo que le hará una biopsia —le explicaron a la mamá que sentía venírsele el mundo encima.

Al siguiente día lo dieron de alta. En quince días estarían los resultados de patología. Mientras, Verónica tendría que conseguir la constancia del DIF para tener el beneficio del INSABI. En ese lapso Erick sufrió dolores intensos que se los mitigaban con intravenosas aplicadas en el Hospital Meana.

Llegado el plazo se confirmó el cáncer de hueso; después de la segunda quimioterapia le hicieron una resonancia magnética que a los médicos les dio certeza de que el pie no tenía salvación. Tenían que amputarlo. Después siguieron trece quimioterapias.

—A pesar de que todo eso sucedió en plena pandemia a mi niño nunca le hizo falta ningún medicamento. No pagué un solo quinto. Todo lo cubrió el seguro de gastos catastróficos brindado por el INSABI. Recibió excelente atención de médicos, enfermeras, trabajadoras sociales, psicóloga y damas voluntarias. Todos son muy amables, muy humanos, consentidores; logran que la hospitalización sea amena, sobre todo en Día de Reyes Magos o Día del Niño. La Fundación Casa de La Amistad donó su prótesis. De nada tengo que quejarme. Al contrario, estoy muy agradecida con todo el personal que lo atendió y lo sigue atendiendo. Lleva dos años en vigilancia y le restan otros tres más.

Erick iba en segundo de primaria cuando le empezó el cáncer. Su madre estuvo pendiente de que tomara sus clases a distancia, su maestra le ha brindó atención especial. Sus compañeritos y compañeritas lo cuidan, lo protegen. No le gusta faltar a clases. Es alegre, inteligente y tiene buena autoestima, incluso baila, no se apaga ni se deprime. Ya va en quinto año. Lleva buen promedio.

—¿Crees que yo pueda ser astronauta o químico? —preguntó a su mami.

—Si tú lo quieres, puedes. Pero tienes que estudiar con disciplina, ser constante.

Es larga la lista de personas con las que doña Verónica está agradecida, pero prefiere no mencionar a nadie en particular por temor de omitir a alguna. Sí recomienda a los padres de familia que cuiden la alimentación de sus hijos, que no les den comidas enlatadas, embutidos, chatarra, chucherías; sino que les den más verduras y frutas.