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Una de las noticias más importantes de las últimas semanas es la instalación de campamentos estudiantiles pro-Palestina. Las protestas iniciaron, no casualmente, en Estados Unidos. Es claro que el gobierno de la potencia tiene una postura a favor del agente invasor: Israel. De modo que no es muy difícil entender por qué las acciones comenzaron en dicho país.

Mucho se ha dicho de la similitud del contexto actual con las protestas en contra de la invasión estadounidense a Vietnam. A mí también me parece que hay ciertos paralelismos que vale la pena atender. De entrada, hay semejanza en la política imperialista encabezada o solapada por Estados Unidos y, por su puesto, en la vigorosa resistencia de corte juvenil-estudiantil.

Otra similitud es lo rápido que se extienden las protestas. En el caso de Vietnam, se trata de uno de los grandes símbolos de los años sesenta y setenta, décadas fundamentalmente marcadas por la juventud como agente político protagónico; las acciones pro-Palestina tienen poco de haber comenzado y no sabemos cuándo y cómo será el desenlace. Sin embargo, hay elementos para estar optimistas.

La creación de las protestas es en sí mismo esperanzador. Y aquí hay un punto para diferenciar de las acciones que pedían el fin de la guerra en Vietnam: contrastando con los años sesenta y setenta, la idea de las y los estudiantes como actores políticos claramente protagónicos no es una característica tan fundamental de nuestro tiempo.

Así, vale la pena preguntarse ¿qué es lo que ocasionó las acampadas a favor del fin del genocidio en Palestina? No cabe duda de que los ataques israelitas son crueles e injustificados; no obstante, como observador de los movimientos sociales tengo claro que este tipo de factores no bastan para explicar el desarrollo de movimientos. Hay momentos en que parece que hay condiciones “propicias” para que las personas se movilicen y, sin embargo, no sucede. En otros momentos, pareciera que los escenarios contextuales no ofrecen demasiados incentivos para la movilización, pero la gente se organiza y sale a la calle.

Lo que quiero resaltar es que los elementos simbólicos cumplen un papel fundamental en el origen, desarrollo y fin de los movimientos sociales; en ocasiones, igual o más importante que los factores estructurales-organizativos.

En el caso que nos ocupa, me aventuro a plantear una hipótesis: Palestina se ha convertido en un símbolo de mucho de lo que sucede más allá de Medio oriente. Las atrocidades israelitas en Gaza (con el apoyo o la anuencia de las potencias occidentales) se han convertido en un botón de prueba de las violencias sistemáticas de nuestro presente.

Palestina es un ejemplo especialmente claro de que hay grupos poderosos que violentan sistemáticamente a otros, de modo que ⎯por lo menos para algunas y algunos de quienes se movilizan⎯ defender a las víctimas de los crímenes israelitas se entiende como una forma de justicia social en un sentido amplio. No se trata únicamente de Palestina (que es en sí mismo importante), sino que es símbolo de algo más grande: la posibilidad de crear formas de organización social más justas, igualitarias y fraternales.

Desde mi lectura, ello se refleja en las intersecciones de temas y problemáticas que se hacen presentes en las protestas. Como mencioné, las acciones iniciaron en Estados Unidos, pero se extendieron a otras partes del mundo. Por ejemplo, en México tenemos el caso de la UNAM, donde estudiantes instalaron un campamento y, el pasado jueves, se realizó un conversatorio donde no sólo se discutieron las protestas en Estados Unidos a favor de Palestina, sino también las luchas por la educación pública y el recorte presupuestal en Argentina.

En Morelos no nos quedamos atrás y estudiantes del Instituto de Investigación en Humanidades y Ciencias Sociales (IIHCS) de la UAEM están invitando al evento “Una flor por Palestina” para este lunes en punto de las 10 de la mañana (hay que estar pendientes del evento y, de ser posible, asistir; si no, habrá transmisión en vivo a través del perfil de Facebook del IIHCS).

Hay una cosa que debemos tener claro: las movilizaciones sociales tienen el potencial de generar cambios. El tema de Palestina y lo que representa es por demás importante. El protagonismo que han tomado estudiantes en las últimas semanas hace más visible la pasmosa inactividad de muchas y muchos de quienes nos importa, pero no hemos hecho gran cosa. En definitiva, esta nueva oleada de movilizaciones reafirma que, con todo y lo sombrío del panorama actual, hay algo que no nos roban: la esperanza y la seguridad de que las cosas pueden cambiar y que nuestras acciones pueden ayudar a conseguirlo.

*Profesor de Tiempo Completo en El Colegio de Morelos. Doctor en Estudios del Desarrollo por el Instituto Mora.