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Pese a su potencial agrícola, en el 2023 las exportaciones de Morelos en este sector sumaron apenas 50.4 millones de dólares, cifra que a pesar de que fue la segunda mejor marca durante la administración de Cuauhtémoc Blanco, es alrededor de 20 por ciento menor que la registrada en el 2018. El monto muestra una desatención sistemática a las posibilidades del sector agropecuario como fuente de crecimiento económico, que no sólo ha evitado el aprovechamiento de las ventajas competitivas que ofrece la tierra productiva en la entidad, sino también ha generado una de las peores crisis de que se tenga memoria en el campo morelense, afectado por la sequía, la falta de apoyos gubernamentales y la indolencia del Poder Ejecutivo ante el desastre que padecen los campesinos.

Consuela decir que el del campo morelense es, primordialmente un problema de diseño y ejecución de políticas públicas más que de cuestiones inherentes a la calidad productiva de la tierra, o descuido de los más de 130 mil trabajadores permanentes del sector agropecuario en Morelos. Los campesinos han hecho su trabajo y muestra de ello es que siembran esperanzados y cuidan sus cultivos al grado de que no se ha registrado en los últimos años un desastre mayor asociado a las plagas o enfermedades de las plantas, a pesar del deterioro ambiental, la invasión de especies no nativas, y otros factores de riesgo.

En una época en que los viajes y el comercio internacional han traído enormes beneficios para el desarrollo de la humanidad, debe reconocerse que ambas prácticas resultan en riesgos constantes de contaminación y exportación de padecimientos que podrían comprometer la producción del 80% de los alimentos que consumimos. Pese a tan riesgoso dinamismo, los cultivos en Morelos se han mantenido lo bastante sanos para su consumo local y venta internacional.

La crisis en el campo morelense tiene su origen en circunstancias que eran previsibles hace mucho tiempo, como el cambio climático y la sequía, que no fueron atendidos desde el diseño de políticas instrumentales y presupuestarias para el sector agrícola, no se invirtió en sistemas de riego, en más presas, tampoco en una reconversión de cultivos hacia especies que requirieran menor consumo de agua. De hecho, durante la administración de Cuauhtémoc Blanco, se han tenido algunas de las más bajas inversiones en el sector agrícola de la historia reciente del estado.

La buena noticia es que los proyectos de las tres candidatas a la gubernatura del estado consideran al campo como el sector prioritario que es, y prometen aumentar la inversión en tecnificación, apoyos directos y comercialización. Faltará ver quién gane la gubernatura y también y la convicción que tengan los diputados para apoyar con recursos y programas a los campesinos que seguirán, como siempre, haciendo su trabajo tan bien que da orgullo.