loader image

Emiliano Becerril*

La película Ruido, de Natalia Beristain, se estrenó en algunas salas recientemente, el 5 de enero, y está en Netflix desde el 11 de enero. Se trata de la historia, una ficción, de una madre buscadora. 

Julia, una mujer rota, después de nueve meses de estar a merced de unas autoridades incapaces e indolentes ante la desaparición de su hija, y tras constatar que las autoridades no solo no dan resultados sino que se alejan —hasta pareciera que con saña—de ellos, descubre el brutal desamparo de tener una hija desaparecida en México, mira los ojos del Estado burlón y, rota cómo está, comienza ella misma un viaje para buscar aGertrudis, su hija. No puede haber una resignación más terrible que esa. El espectador, y quizás la protagonista también, saben que emprender una búsqueda así seguramente será una iniciativa inútil, o no, pero quizás no hay otra cosa posible que puedahacerse. ¿Qué puede hacerse cuando la resignación, la impotencia y el dolor se juntan dentro del vacío total? Cuando nada tiene sentido, todo es ruido, hasta el silencio. Ahí comienza esta película, en el enorme vacío que deja el destierro de la vida: el vacío existencial, moral, humano, legal y político, e incluso enel anti vacío; es decir, un vacío total cuyo espacio, para colmo, ya está ocupado por un poder podrido y violento. 

Julia, la madre buscadora, que de por sí ya ha dado la espalda a su vida clasemediera de artista, se embarca rumbo a lo desconocido probablemente sin saber que en el viaje que emprende para buscar a su hija, también se buscará a sí misma. Abandona el vacío, el ruido, buscando construir un sentido. Lo descubrimos también nosotros, espectadores, mientras avanza la película y mientras Julia, protagonizada por Julieta Egurrola, sostiene desde las distintas miradas de la perplejidad el periplo emocional de una mujer rota en un país resquebrajado. En cada paso, en cada idea y cada destino posible está encapsulada una dosis de esperanza, como si cada lugar de búsqueda significara lo mismo que salir del agua a respirar aunque fuera un segundo antes de sumergirse de nuevo en la oscuridad. Una vez que la búsqueda no ha llevado a nada, una y otra vez, se comienza de nuevo. El recorrido que hace Julia es hacia su interior y hacia el exterior, hasta que encuentra algo: una red, la resiliencia hecha por toda la gente buscadora, en su mayoría mujeres. Poco a poco Julia va reconociendo, siempre perpleja, herramientas para seguir. Y subrepticiamente, Julia, cuya única otra actividad es tejer en honor a su hija, mira de cerca ese otro tejido que son las redes entre personas buscadoras. Lo hace en compañía de Abril(Teresa Ruiz), una periodista conmovida y preocupada por las desapariciones. Así, dos mujeres solas recorren el norte-centro de México, penetrando un submundo que amenaza con ser cada vez más total. ¿Qué hay atrás del fuego? No podemos tocarlo ni acercarnos porque nos quemamos; pero eso a Julia no le importa: no tiene nada que perder. ¿Qué hay atrás de ese velo que rodea lentamente al país pero que nadie se atreve correr?¿De qué somos capaces como personas? Es imposible ver esta película sin hacerse preguntas constantemente. Lo mismo le sucede a Julia y Abril, a quienes acompañamos en ese recorrido. Tratamos de encontrar un sentido en la mirada perdida de Julia, y ella hace lo mismo. ¿De qué tamaño es el millonario negocio de la trata, uno los más grandes en el mundo y en los cuales México ocupa uno de los primeros lugares? ¿Cuántos intereses toca? Y por otro lado ¿cómo hacer una ficción sobre las desapariciones, sobre las buscadoras y sobre la violencia organizada y sistemática del Estado y el crimen? ¿Cómo hablar sobre un dolor ajeno que también nos duele? Es fundamental hacerlo, pero no puede hacerse a la ligera. Natalia Beristain se lo toma en serio. Después de años investigando, dialogando y pensando, se acerca a un tema urgente. Los hace también junto con los colectivos Voz y dignidad por los nuestros y Buscándote por amor, que participan en la película. Natalia nos obliga a plantearnos preguntas, nos recuerda otras, convoca al feminismo, pero no solamente, y da un respetuoso hilo a la complejidad —incluso a la suya propia— en la que México está inmerso. De forma sensible y elocuente, Ruido denuncia, construye empatía, se desahoga mientras nos abraza, nombra y nos obliga a no olvidar.

* Emiliano Becerril es editor de Elefanta Editorial y escritor

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *