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MENTIRA

 

De pronto Soledad no supo que contestar. Sus dedos rozaron el teclado digital sin decidirse por una palabra u otra que su mente no lograba encontrar. Cualquiera pudo haber sido acertada o, al contrario, errática. ¿Importaba encontrar la frase justa?, nada era más incierto al final. A eso precisamente había llegado Soledad, a un estruendoso final, desmoronando conversaciones, encuentros, comidas, sueños edificados como castillos de arena al borde de una ola muy alta arrasando por igual esperanzas como mentiras o viceversa en su estela marítima.

Alfredo sintió alivio al cancelar la cena con Soledad con un mensaje que él calificaba de benevolente por su sencillez: estoy saliendo con otra mujer. Su relación con ella era un remanso de paz, por una parte, pero por la otra se sentía comprometido con esta mujer y eso era lo que buscaba evitar: crear un vínculo serio después de la ruptura de su vida. De ahí en adelante, todas, sin excepción alguna iban a pagar el precio de intentar construir algo con él. Su credo iba a ser la mentira desplegada en muchas vertientes: de una mentira ocasional para salir de un enredo menor hasta la mentira despiadada de acabar con los sentimientos en devenir de una mujer entregada. Soledad estaba ocupando tiempo en sus pensamientos, pese a sus intentos permanentes de desligarse, así que el momento había llegado de acabar de raíz, no pensando por supuesto en las consecuencias de su gesto repentino. Preparó el escenario publicando en sus redes sociales la foto de una joven cuyos años no lograban alcanzar los suyos ni siquiera duplicándolos. ¿Próxima víctima, vecina de visita en su casa o cualquier mujer cruzando su camino?

En casa, distribuyendo en porciones iguales el alimento para sus tres gatos, Soledad consideraba no enviar el mensaje a su destinatario. ¿Acaso se trataba de un malentendido? Sus manos temblorosas derramaron unas cuantas croquetas, mismas que el más goloso de la tribu se encargó de engullir. A lo mejor había sobre interpretado el mensaje o bien… Soledad marcó una pausa porque esta segunda posibilidad la aterró: no había leído entre líneas los comunicados anteriores donde se escondían diluidos fragmentos de verdad. Soledad guardó el paquete de alimento para animales procurando desechar el contenido de la conclusión que aguardaba su mente ahora agitada. El termómetro marcaba más de cuarenta grados. Soledad exploró asimismo la posibilidad de sufrir un golpe de calor y, por consiguiente, sentir sus facultades mentales bajo un efecto cercano a la anestesia. Consultó no en vano con su amiga Carolina su pena porque al colgar con ella, la hipótesis se había convertido en una certeza. Por precaución, tomó antes un regaderazo frío con tal de no ser víctima de un golpe de calor, afectando su poder de decisión. Las mentiras de Alfredo se hicieron visibles, desgranándose en cascada hasta llegar a la más absurda que Soledad había omitido recordar en su momento. Es tiempo de recobrar la cordura pensó Soledad; mandar una contestación concisa y elocuente a menos que prefiriera elaborar una magna mentira para librarse definitivamente de Alfredo. Esta opción la emocionó tanto que le dedicó horas, no por venganza sino por el desafío de elaborar la mentira perfecta para ganarle la competencia a su ahora enemigo declarado. Convencida de elaborar la mentira absoluta, digna de su apetito por encarar el problema, Soledad envió dos palabras: estoy embarazada.

Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.

*Escritora, guionista y académica de la UAEM