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Ahora que están concluyendo las campañas políticas y los candidatos se aprestan a velar armas en espera de la jornada electoral, más allá de los compromisos puntuales y planes de gobierno, prioridades sociales y compromisos políticos, cabe recordar que si en algo coincidieron en Morelos todas las campañas fue en dos temas: hay mucho que arreglar en nuestro estado, demasiados asuntos pendientes y urgentes y un preocupante rezago en temas que desde hace años son “prioridades”, y que todos desean una mejor entidad, una en que se destaque el progreso, la justicia, la equidad y la inclusión.

Es decir, por lo menos en su discurso las tres campañas de las candidatas a la gubernatura partieron de diagnósticos similares y llegaron a metas comunes. Pero solo una resultará electa.

Después de recorrer todo el estado varias veces, de señalar errores de los contrincantes, comprometerse -incluso por escrito- con varios sectores de la sociedad y de haber saludado de mano a varios miles de conciudadanos, la ganadora deberá ajustar su plan de gobierno para incluir ajustes a sus compromisos y, quienes hayan quedado en segundo y en tercer lugares, después de hacer un corte de caja y una evaluación de lo alcanzado, deberían colaborar con la nueva administración. Finalmente, todas buscaban lo mismo ¿no es cierto?

Las tres candidatas a la gubernatura -que encabezaron las campañas más visibles, pero seguramente varios candidatos y candidatas a presidencias municipales y a la Cámara de Diputados- ya demostraron que gozan de algunas virtudes que se aprecian en política: coraje, empatía, capacidad de comunicación y compromiso con la justicia social; después del dos de junio tendrán la oportunidad de demostrar que también tienen otras que deberían engalanar a nuestra clase política: integridad, voluntad de diálogo, apertura a nuevas ideas y paciencia.

La política es el arte de la gobernanza y la gestión de los asuntos públicos, un campo complejo por naturaleza pues nació de una sociedad heterogénea, también requiere una combinación de habilidades para ser manejada de manera efectiva y, si bien la integridad se da como requisito indispensable (por lo menos de cara al público), hay políticos que creen que el diálogo, la paciencia y la apertura son opcionales y que haber ganado las elecciones les da carta blanca para hacer y deshacer a su antojo. No debería ser así si aspiramos a una sociedad genuinamente democrática.

Un gobierno emanado de una determinada fuerza política no puede olvidarse de los demás, aunque no hayan votado por ellos; de la misma forma, el resto de las fuerzas políticas harían muy mal en salir de escena o permanecer en ella solamente para denostar o criticar el desempeño de quienes les ganaron en las urnas.

2024 será una gran oportunidad para que México demuestre su vocación democrática, esa que tiene reservados boletos para todos los mexicanos y no solo para una parte. Se considera un año histórico pero debemos ir más allá de la efeméride de que será la primera vez que la Presidencia de la República y la gubernatura del estado sean encabezadas por mujeres; es una buena posibilidad de que se demuestre que nuestra nación ha madurado lo suficiente como para lograr que en el barco todos rememos en la misma dirección por primera vez en la historia.