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(Segunda parte)

 

Cerré mi columna la semana pasada, con una reflexión y un anuncio. La reflexión rondaba en torno a la necesidad de generar conciencia de la crisis de biodiversidad en nuestro territorio, y anunciaba que hoy reflexionaríamos sobre los puntos críticos en el estado de Morelos. Por cuestiones de espacio, no creo poder abordar todos los aspectos relacionados con el tema en el estado, por los que me limitaré a mencionar algunos.

Uno de estos puntos críticos tiene que ver con el río Cuautla, asunto de alta prioridad, dado que, sus condiciones son fundamentales para garantizar el desarrollo de la biodiversidad y la provisión de servicios ambientales/ecosistémicos. El rio Cuautla nace en manantiales de los Sabinos y debido a su importancia fue decretada como un Área Natural Protegida, bajo la categoría de Zona Sujeta a Conservación Ecológica “Los Sabinos-Santa Rosa-San Cristóbal”. A lo largo de su recorrido, encontramos asentamientos irregulares que producen descargas de aguas residuales no tratadas y deposición de residuos sólidos que provocan un alto deterioro de los recursos naturales, por ende, la zona de conservación ecológica, se asocia con la de resolver la sobre explotación de los manantiales y la presión sobre el río. Por otra parte, el Ingenio Azucarero de Casansano contamina también las aguas de mismo río emitiendo concentración de microorganismos patógenos y compuestos tóxicos, perjudiciales tanto para la salud como para los cultivos.

Otro punto es con respecto a cómo la selva baja seca o caducifolia, la vegetación dominante en el estado de Morelos, junto con el cambio de uso de suelo, el desarrollo de la actividad agrícola y el crecimiento de la mancha urbana, propician la pérdida de biodiversidad, reduciendo de manera significativa la extensión de cobertura vegetal, que se relaciona directamente con el impacto negativo sobre las especies de flora y fauna de la región.

En el municipio de Yecapixtla, por ejemplo, también existen causas de degradación ecológica. Históricamente han sido el crecimiento de la frontera agrícola, áreas de agostadero para el ganado, así como también la degradación gradual de los ecosistemas por su explotación desmedida y pérdida gradual de especies arbóreas por la deforestación para autoconsumo (como leña o postes de cercas). Por otra parte, el crecimiento de las áreas urbanas y su extensión hacia los cerros para no ocupar áreas agrícolas productivas está dañando seriamente el medio ambiente y los ecosistemas del área. Además, en algunas barrancas al sur, se pueden observar grandes áreas donde las actividades pecuarias han sido responsables de la mayor parte de las áreas degradadas por el sobrepastoreo. 

Todas estas situaciones y otras habría que habrá que visibilizarlas con estudios y diagnósticos pertinentes, ya que constituyen una amenaza a la perseveración de los ecosistemas. Destaco en este sentido un trabajo que tuve el gusto de coordinador con el grupo de investigación del Nodes Morelos Solidario y Cooperativo sobre un diagnóstico de la Ruta de Zapata, encargo de la Comisión Económica de América Latina (CEPAL) dónde emergen con mayor detalle los datos mencionados (www. cepal.org/es/publications).

Sin embargo, siempre conocer más a fondo la situación, actualizar datos y difundir los resultados puede generar conciencia entre los pobladores que son quienes disfrutan el territorio y deben ayudar también a cuidar su entorno natural, juntamente con políticas públicas necesarias que garanticen la protección de los ecosistemas. En la próxima nota abordaremos precisamente cuáles deberían ser estas políticas.

*Investigador de tiempo completo en el CRIM-UNAM. Coordinador del Grupo de Trabajo Investigación, Capacitación y Difusión del NODESS Morelos solidario y cooperativo.