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Un dibujo de una persona

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Elsa Azucena Alfaro González*

Mexicanos al grito de dieta

La figura del médico en la sociedad mexicana ha representado autoridad y respeto en los grupos sociales de todos los niveles socioeconómicos, acentuado por distintas simbologías que lo personifican, por ejemplo: la bata blanca, el estetoscopio en el cuello, la pijama quirúrgica, incluso el semblante de cansancio y desvelo que terminan denotando sabiduría sobre los misterios del cuerpo humano; es el experto que determina si tu maquinaria interna necesita arreglos o ha dejado de ser útil para tu supervivencia.

En un inicio la medicina era mágica, apegada a las tradiciones e ideologías de las culturas donde se desenvolvía, desde un Hipócrates esmerado por alimentar al cuerpo, pasando sobre las malvadas brujas que hacían pociones mágicas hoy conocidas como medicina herbolaria hasta la tecnología que salva vidas gracias a imágenes y diagnósticos -así como procesos- cada vez más precisos y sencillos. No obstante, la salud mundial atraviesa una época de crisis que, a pesar de la revolución de la medicina, pareciera que intentamos hacer más complicado la labor del sistema de salud lo que ha llevado a una pregunta seria entre los especialistas ¿Será suficiente ver al cuerpo humano como una maquina? O la complejidad del ser humano intenta llamar la atención como un chiquillo emberrinchado en ser tratado como se lo merece: el ser vivo más complejo del planeta.

En nuestro país (México) se ha observado un repunte terriblemente acelerado de obesidad y sus comorbilidades: diabetes e hipertensión pasando muchas veces por un síndrome metabólico donde el organismo grita abiertamente la necesidad de cuidarlo pero que muchas veces es ignorado con la frase más pronunciada en hospitales y sus alrededores: “de algo me he de morir”. Ante esto, los médicos quedan pasmados y un tanto asustados, en la facultad de medicina les enseñaron a cuidar la salud física mediante procesos complejos que un simple mortal no entendería; su sentido de superioridad se basa precisamente en esto, en saber que hacen algo que no es actividad fácil para entonces transformar su miedo en una posición de dictador.

Ante un paciente con obesidad aparece frente a él una figura imponente, con una bata marcada por el símbolo de una institución de salud y unos gestos de enojo como cuando en la niñez rebasabas los límites de mamá y/o papá, comienza el regaño: debes hacer ejercicio, tomar medicamento, dejar de comer chatarra, no comer harinas, tomar mucha agua simple, en fin, cambiar tu vida. El juez da la sentencia, no hay refutación porque si no lo haces te mueres, y aunque los mexicanos nos burlemos de la muerte nos sigue dando miedo; no hay escapatoria tienes que hacer lo que le doctor dice ¿Quién eres tú para decir lo contrario?

Cuando reflexionas, debes comprender que una alimentación sin harinas es el nulo consumo de pan, tortilla, pasta, galletas, avena, arroz, sopas, entre otros alimentos característicos de la cultura mexicana reduciendo las opciones a frutas y verduras, pollo y pescado y muchísima agua pero además hay que hacer ejercicio, debes de ir al gimnasio implicando un gasto extra sobre los gastos ya planeados, comprar medicamentos para no morirte, el proceso va más allá de “dejar de comer harinas”, es una transformación de la vida cotidiana que nunca será la misma para ningún mexicano, pues aunque compartimos un país, nuestra situación económica, social y psicológica no será jamás la misma.

Al médico no le interesa eso, no te escucha, su trabajo es dar miedo para que cambies, sosteniendo su imagen paternal con rasgos dictadores, y ante una imagen de gran respeto no puedes contradecir, no hay confianza para contarle tus secretos, las razones de comer en exceso, las malas decisiones, la situación económica precaria, las dificultades de la vida, porque eso no es medicina.

Si el método de tiranía de la medicina funcionará, la realidad sería diferente, los índices de obesidad disminuirían con cada ENSANUT (Encuesta Nacional de Salud y Nutrición), la mortalidad modificaría su origen, los gimnasios estarían llenos de gente contenta haciendo ejercicio sin ninguna otra preocupación; lamentablemente esta no es nuestra realidad, somos un país que ha llegado a estadísticas de obesidad -e incluso obesidad mórbida- en un tiempo récord rebasando a nuestros vecinos estadounidenses, les hemos arrebatado osadamente el primer lugar en obesidad infantil y los hospitales se han visto rebasados en sus servicios de diálisis y hemodiálisis.

Los mexicanos no queremos checarnos, medirnos ni movernos, somos una sociedad que exige respetar sus particularidades sin seguir utilizando índices no pensados en nuestras características raciales, necesitamos que respeten a nuestro cuerpo y para esto la imagen patriarcal del médico ya no servirá hasta que se entienda que trabajar con humanos es más complejo que una máquina, somos cuerpo, alma y mente.

Imagen que contiene alimentos, dibujo

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*Psico nutrióloga