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Junto con Cuernavaca, la zona arqueológica de Xochicalco y el lago de Tequesquitengo, los Pueblos Mágicos son la gran apuesta de Morelos para atraer al turismo.

Ubicados a un trayecto de dos horas o menos de la Ciudad de México, el mercado de visitantes más grande del país, y uno de los mayores del mundo, cada Pueblo Mágico de Morelos pareciera engranar los paseos por las rutas de los Conventos y de Zapata, fortaleciendo con ello una oferta que hace años se reducía a visitas de apenas medio día en el trayecto a algún otro sitio. Pero la apuesta ha quedado a deber, en los casos de Tepoztlán y Tlayacapan, por el deterioro, y en el caso de Tlaltizapán por el olvido o poca relevancia que se ha dado al distintivo en municipios agobiados por la inseguridad, el desorden y los problemas de agua e infraestructura que, comunes a todo Morelos, resultan mucho más notorios en las poblaciones que debieran ser oasis de los problemas para quienes los visitan, pero también para quienes tienen la suerte de habitarlos.

Las administraciones de Tlayacapan y Tepoztlán se olvidaron, por varios años de los valores que colocaron a ambas localidades como espacios casi místicos para los turistas que los visitan, y en sitios de paz para sus habitantes. Tlaltizapán, que recién estrena el distintivo de Pueblo Mágico parece no haberlo valorado lo suficiente. En los tres municipios, los problemas de desorden cívico e inseguridad se sumaron a los ya comunes, y se aderezaron en los últimos meses con incendios forestales. Todo ello evidenció la pequeñez de la autoridad municipal que, sumada a la indolencia del gobierno estatal, generaron el descrédito de sus ayuntamientos, todos perdieron sus intentos de reelección.

La gran cantina en que se convirtió Tepoztlán, el campo de balas que ha sido Tlaltizapán, y la tierra de conflicto en Tlayacapan, favorecieron el voto ciudadano por una transición que, no solamente atienda el turismo, actividad que los residentes valoran, sino también mejore las condiciones de vida de cada uno de los Pueblos Mágicos, sin dañar su tradición histórica y valores. Quienes iniciarán sus administraciones el próximo enero deberán tomar en cuenta ese anhelo ciudadano.

La tarea no es sencilla. El turismo en los Pueblos Mágicos suele tener efectos colaterales poco deseables como el alto consumo de alcohol, el comercio de drogas y otras actividades que, aunque asociadas con el entretenimiento del vacacionista, en el corto y mediano plazos acaban por ahuyentar al buen turismo. Los casos de San Miguel de Allende, Real de Catorce, son parecidos, sin duda al de Tepoztlán, aunque en nuestro Pueblo Mágico no parece tan difícil dar un golpe de timón. La población ya lo hizo, y ahora espera resultados.

Probablemente, el compromiso de la gobernadora electa, Margarita González Saravia con el apoyo a los Pueblos Mágicos de Morelos signifique el oro necesario golpe de timón para mejorarlos. Seguro contrastará mucho con sus antecesores que, probablemente, no sabían ni dónde estaban.