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BLACK OUT

 

Definitivamente Cordelia no recordaba nada en lo absoluto; cero. Y vaya que su hermano lo intentó desde la madrugada cuando ella regresó a casa, rostro y ropa desechos, sin luz en los ojos y sin palabras en la memoria para contar lo sucedido. Tan ausente a ella misma como a su entorno, parecía insensible a los cuidados amorosos que estaba recibiendo de su familia. Cordelia estaba recostada en la silla de madera que ni el abuelo en sus últimos días de vida quería ocupar, quejándose de su aspereza y rectitud, que impedía permanecer en los momentos de convivencia. Ningún movimiento se podía observar, parecía paralizada por miedo de revelar su historia tal vez incontable para lectores sensibles…

El relato sobre lo sucedido a Cordelia se desmenuzaba ahora a través de comentarios, opiniones y consejos por vías de comunicación electrónica circulando de perfil en perfil en flujo continuo, imparable. No obstante, la historia había sido desmentida horas antes con un letrero rojo colocado en diagonal: información falsa. Sara, una quinceañera alegre y voluble descubrió la nota en su celular cuando estaba probando alcohol por primera vez en compañía de sus chambelanes que le habían rogado probar un sorbo de todas las botellas disponibles en el bar de uno de los padres de viaje aquel día. La compartió con sus amigos e inició una plática o mejor dicho un intercambio de emojis y memes en torno al tema de Cordelia. En menos de una hora los jóvenes se encontraban intoxicados e ingresaron al mismo centro de salud. Ante los síntomas presentados, algunos médicos consideraron apuntar lo siguiente en sus reportes: intoxicación por información falsa, agravada por consumo inmoderado de alcohol. Los jóvenes permanecieron ahí varias horas mientras sus padres acudían a recogerlos, desconcertados al descubrir el contenido del reporte, mismo que se trasmitió a los medios de comunicación con el título de: Quinceañeros en black out antes de la fiesta. Por el número de involucrados en el segundo suceso, y no por su estado declarado de falsedad, la primera historia quedó opacada por la segunda, misma que fue recordada por la audiencia como un hecho inédito, al menos que se trate de igual manera de una apreciación desmedida de una realidad, como opinaron ciertos lectores agotados por tener que indagar permanentemente en las fuentes informativas.

Pasados algunos días, Sara, acompañada por sus chambelanes celebró en un ambiente ameno sus quince primaveras en un salón de fiestas campestre en el que se invitaron insectos, principalmente mosquitos, ansiosos de participar en el convivio. El evento tuvo cobertura periodística para ser difundido en las secciones sociales puesto que la familia de Sara, o bien el padre viajero del chambelán – no se aclaró en la nota – gozaba de un renombre suficiente para atraer a la audiencia. Sin embargo, al no ocurrir ningún percance sino el desarrollo de la ceremonia acostumbrada seguida por la cena y el baile no trascendió la difusión al no contar con la foto de la caída de la festejada al llegar al lugar, ni siquiera la rotura de una costura de su vestido muy ajustado o del tacón de sus zapatillas rojas. Sara soñaba con una presencia mediática destacada pero su sueño no se cumplió. Hubo un retrato de ella dormida en el sillón dorado subido al estrado para iniciar su reinado de princesa sin cuento que contar. Stefano, uno de sus chambelanes aspirante a príncipe retiró al final del evento sus audífonos preguntando: ¿pasó algo?

Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.

*Escritora, guionista y académica de la UAEM