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(Primera parte)

Eduardo Aguilar Zarandona*

Hace solo 100 años, un grupo de jóvenes e ingeniosos pintores se agruparon decididos a narrar la reciente revolución que estremeció al país, con tanta sangre derramada, quisieron declarar causas y forma sobre cómo sucedió: los iconos sobresalientes, las leyendas y combates, la heroicidad, la esperanza, el mundo indígena y campesino, el rescate histórico de las culturas originales, el progreso, la igualdad y las contradicciones, el cambio evolutivo. Este grupo de talentosos pintores logra crear un movimiento pictórico mexicano con repercusión universal. Propone el arte de contenido social.

El Maestro Jesús Guerrero Galván nace en 1910, en Tonalá, Jalisco, no es casualidad que la palabra “revolución” fuera frecuente en él, siempre lo acompañaría como su alter-ego, hubo en su niñez carencias, su madre doña Josefa Galván permanece como un faro, mientras navegaban tempestades domésticas. Cerca de la tierra asimila la cultura campesina, sabia, sobria y recóndita. Jesús nace con buena estrella, de sangre ligera, que le permite desde niño mover y moverse por el mundo, tuvo don de gentes y supo relacionarse con todo tipo de personas, la amistad fue para él un campo fértil donde se brindó generoso.

Por apremios económicos su madre busca educarlo y lo inscribe en el Seminario de Guadalajara, solo por necesidad; ahí recibe las lecciones de la culpa y los temores de la educación religiosa tradicional, en plena gesta revolucionaria. Desde niño mostró dotes para el dibujo, y fue el vehículo que le permitiría encontrarse con su propia compañía, otra parte esencial de la personalidad del artista, el de su mundo interior.

La llamada guerra cristera, en Jalisco fue catastrófica, otro baño de sangre, la familia del pintor emigra a San Antonio Texas, y vive el rigor del exilio, el violento desarraigo, carencias y la semilla de la enfermedad. Pero lleva en su equipaje el dibujo y la pintura, una pareja de estadounidenses lo matriculan en una escuela de arte de la ciudad. En 1927 gana el primer premio de pintura en un certamen en San Antonio.

A los 20 años regresa a Guadalajara, mientras México vive la euforia revolucionaria, se estremecen los estratos temporalmente, todo está impregnado de fervor revolucionario. En la pintura sucede un estallido de talento, una carga creativa puesta en movimiento, se reúnen los pintores en búsqueda de raíces e ideología, buscan una distinta narrativa histórica y nace el gran movimiento de la plástica mexicana del siglo XX. Grupo de artistas en acuerdo, cada uno con su propia forma, conjuntados en un mensaje nacionalista y de cambio.

Tuvo Jesús la fortuna de estudiar con el gran maestro José Vizcarra, con quien se forma durante cinco años; le comunica su profesor la fascinación por la pintura renacentista italiana, y el rigor indispensable del dibujo, esta preparación lo dotó de un saber que lo acompañaría a lo largo de toda su vida.

Jalisco es un Estado donde la cultura vive un lugar destacado, con orgullo y talento se convierte en centro generador de cultura, se reúnen escritores, pintores, políticos en torno a un personaje motivador como lo fue Ixca Farías, proyectando un espíritu vanguardista y el requisito del compromiso con las causas sociales, Raúl Anguilano recordaba que Ixca, más que un maestro, era un atinado “animador”. El escritor Ermilo Abreu Gómez recordaba a Jesús Guerrero Galván como un hombre silencioso, recatado de gestos casi imperceptibles, que sabia guiarse por instinto profundo. El grupo irradió una atmosfera cultural poderosa, artistas e intelectuales que contribuyeron a definir rasgos esenciales de lo mexicano.

Se incorpora Guerrero Galván al movimiento muralista a través de la liga de Artistas Revolucionarios y comienza a pintar su primer mural en Guadalajara, para después trasladarse a la capital del país y trabajar en el ambicioso proyecto de Narciso Bassols, de usar los muros públicos con arte de compromiso social.

Don Jesús ya en capacidad de todo su armazón creativo, incluyendo su práctica y conocimiento de las técnicas renacentistas, logra captar a profundidad reflejos del alma de la tierra, de lo elemental, lo que vive detrás de la imagen: mujeres, niños, ensueños del origen.

*Escritor

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Jesús Guerrero Galván pintando a Columba Domínguez

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Un dibujo de una mujer

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Un hombre acostado en el suelo

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