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Inevitable y triste, pero corregible, la destrucción del patrimonio histórico y cultural de Morelos por la incontenible fuerza de la naturaleza puede ser bien atendida por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, que en Morelos ha logrado la recuperación de casi el total de los monumentos históricos que fueron dañados por el sismo del 19 de septiembre del 2017.

La reconstrucción ha llevado mucho tiempo y miles de millones de pesos, pero también demostró la capacidad y el celo que tiene el INAH respecto a la salvaguarda del patrimonio histórico. El daño que el sismo provocó a los monumentos históricos de Morelos fue incalculable pues, si bien hay cifras de los miles de millones de pesos que se han invertido en la reconstrucción, la falta por años de los espacios públicos donde los morelenses hacían reuniones, fiestas populares y su vida en comunidad, significó una afectación mayor al tejido social; aunque la entrega de los inmuebles dañados poco a poco ha restaurado su función, en muchas ocasiones con mucha mayor fuerza.

Pero el INAH no solo preserva y restaura el patrimonio de la inevitable fuerza de la naturaleza expresa lo mismo en sismos que en inundaciones y hasta en el mero paso del tiempo. También debe protegerlo de la acción humana que pone en peligro y afecta de forma inmediata y muchas veces irreparable a los objetos que nos dan identidad a través de nuestra historia compartida.

La recuperación de piezas arqueológicas robadas, como el caso del Monumento 9 de Chalcatzingo, conlleva siempre procesos largos y costosos de restauración de cada elemento sustraído ilegalmente. En algunos casos, como el del Portal del Inframundo, los daños provocados son extraordinariamente altos.

Por esta perspectiva, preocupa que, en los próximos meses la empresa minera canadiense propietaria de la concesión para explotar metales en Tetlama, aprovechando la coyuntura de nuevos gobiernos federal, estatal y municipal, retome la intención de operar una mina en la zona. La posibilidad ha sido rechazada por parte de la comunidad, estudios de impacto ambiental y dictámenes del INAH, sobre el riesgo que la actividad minera (con explosiones y trabajos de extracción) provocaría al patrimonio histórico de la zona arqueológica de Xochicalco.

La mina no sólo causaría daños ambientales irreparables, según han denunciado los habitantes de la zona; su operación en el cerro del Jumil, dañaría monumentos ancestrales y piezas históricas que no habían sido descubiertos aún, pero que hoy se conocen e incluyen una barda xochicalca, cincuenta plataformas, un basamento piramidal y un juego de pelota”.

El INAH requiere del apoyo de la comunidad y de todo Morelos para frenar cualquier proyecto que comprometa el patrimonio histórico y cultural del estado, especialmente la operación minera.