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Hoy sabemos con certeza quienes salieron a las urnas a cumplir con su deber cívico como “auténticamente mexicanos” que creen en una democracia y, otros, a quienes les vale un reverendo cacahuate el destino del país. El voto de un ciudadano es el poder que tiene, para transferir, esa potestad, a quien será su representante o gobernante en alguna de las estructuras del poder constitucional. De ahí la frase de Joseph de Maistre “cada pueblo o nación tiene el gobierno que merece”.

En las pasadas elecciones del 2 de junio de 2024, aproximadamente 40 millones de mexicanos no salieron a votar, es decir, que no creen o no les importa la democracia o tienen otras cosas más importantes en que pensar o hacer. Su indiferencia o valemadrismo nos puede costar muy caro. Es cierto que Claudia Sheinbaum con su partido Morena y coaligados obtuvieron cerca de 36 millones de votos contra Xóchitl Gálvez que obtuvo 16.5 millones de votos y 6.2 millones de Jorge Máynez y casi medio millón de votos que fueron nulos, de un total de 96 millones del padrón electoral.

¿Qué significan los resultados de la elección? Que estamos viviendo una democracia enclenque y una ficción política porque 36 millones decidieron que Morena gobierne con todo el poder, la oposición conjunta de mexicanos que, aparentemente, están en contra de ese gobierno son 23 millones aproximadamente, que sumados a los 40 millones que no votaron hay 63 millones de mexicanos que potencialmente están inconformes con la forma y manera en que se está gobernando.

Vista, así las cosas, no gobernara la voluntad del pueblo, gobernara la mayoría de los ciudadanos que sí tuvieron el valor de salir a cumplir con su deber cívico y con su patria; por ello digo, que nuestra democracia tiene matices de ser una ficción. No olvidar que el poder juega con las emociones de la gente y las manipula. El poder absoluto comete errores absolutamente.