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Enorme es el reto de devolver la paz y el Estado de Derecho a la entidad, también son no pocos los caudales de tinta que día a día se vierten al respecto en los medios de comunicación, sin embargo, nunca serán suficientes en tanto los morelenses no recuperemos la certeza de la seguridad en nuestros bienes y personas.

La actual administración local se encuentra prácticamente a punto de ser relevada y no entrega buenas cuentas en diversos rubros y particularmente en el de la seguridad pública, el más sensible de todos. El gobernador del estado ha desplegado en las últimas jornadas una inusitada actividad, que no fue común a lo largo de seis años, inaugurando obras públicas y anunciando con bombo y platillo el arribo de tropas del ejército y efectivos de la Guardia Nacional para reforzar la seguridad en Morelos. Desafortunadamente ya es tarde para que dicha actividad pueda revertir su desempeño, y en el caso de la presencia de soldados y guardias nacionales, ello obedece más a un esfuerzo y estrategia nacional que a iniciativas estatales.

Más allá de la disputa por el territorio morelense que es bien conocida, existe entre diversos grupos del crimen organizado, la cual se acentúa por nuestra envidiable ubicación geográfica que se traduce en un corredor que une a la Ciudad de México con el estado de Guerrero y el sur, los ciudadanos vivimos el flagelo de los delincuentes del fuero común. Los asaltos, extorsiones, robos a casa habitación, homicidios, acoso y abuso sexual, así como los oprobiosos feminicidios, de los cuales ya somos referente nacional, están a la orden del día. Aunado A lo anterior, la impunidad campea a sus anchas, son pocos los delitos que concluyen en una sentencia firme y ejemplar, incluso muchas víctimas prefieren no denunciar, lo consideran una pérdida de tiempo y corren el riesgo de ser revictimizados.

El crimen, no distingue entre condición social o económica, tampoco entre el Morelos urbano y el rural, prácticamente todos estamos en riesgo y a merced de los delincuentes. Es aquí donde comunidades y vecinos, impotentes recurren a organizarse para defenderse ante la ausencia de la autoridad. Sabemos que la justicia por propia mano no es deseable desde lo moral y punible desde lo jurídico, la propia Constitución la prohíbe expresamente, sin embargo, el resquebrajamiento del tejido social no deja otra salida a los ciudadanos. Son conocidos los casos de linchamiento en comunidades morelenses a lo largo de nuestra historia, muchos de ellos perpetrados recientemente, también las mantas que se han colocado en puntos de acceso a colonias populares en Cuernavaca y su zona conurbada, en las cuales se advierte a los delincuentes que serán linchados en caso de ser sorprendidos en flagrancia. Ahora al igual que ha sucedido en entidades como Michoacán o el vecino estado de Guerrero, han surgido grupos de autodefensas en Tlalnepantla y en los últimos días y ante la sorpresa generalizada, en la histórica comunidad de San María Ahuacatitlán perteneciente a Cuernavaca. A lo anterior se añaden grupos como la polémica Ronda de Ocotepec, también en Cuernavaca, quienes amparándose en los usos y costumbres que asisten a las comunidades indígenas se erigen en amos y señores de su pueblo, incurriendo en no pocas ocasiones en acciones al margen de la ley y excediéndose en sus atribuciones.

El caso de las Autodefensas o grupos de vecinos organizados en un sitio con marcada influencia de comuneros, como lo es Santa María Ahuacatitlán y la franja norte de Cuernavaca, no es cosa menor. La estrategia de las autoridades por lo general suele ser descartar su presencia, lo cual no solo es equivocado sino arriesgado. Si ya surgieron en Tlalnepantla y ahora en Santa María Ahuacatitlán, ¿que impide que no se propaguen en otros sitios de Morelos? Si el problema no se atiende se corre el riesgo de tener otra Ronda como la Ocotepec e incluso policías comunitarias como las guerrerenses a quienes se ha señalado de ser cooptadas por la delincuencia organizada.

La apuesta debe ser atender las demandas y justos reclamos de los vecinos agraviados, no minimizar sus protestas o pretender tapar el sol con un dedo. Entre diversas acciones, se debe aprovechar la presencia de los refuerzos federales que recién han arribado a Morelos o bien si los vecinos insisten en participar de manera directa en las tareas de seguridad, optar por figuras dentro del marco de la ley como lo es incorporarse a los cuerpos de Defensas Rurales de la Secretaria la Defensa Nacional en los sitios donde existan núcleos ejidales o comunales.

La tarea no es sencilla, sin embargo, no es imposible, debe ser ajena a los tiempos electorales, administrativos y debe estar también por encima de partidos políticos, el panorama está lejos de ser halagador, pero en cuanto a la presencia de Autodefensas en Morelos, aún estamos a tiempo de evitar que se incendie la pradera.

*Escritor y cronista morelense.