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Hay en México dos artistas admirables, dos hechiceras

Hechizadas […] Leonora Carrington y Remedios Varo atraviesan nuestra

ciudad con un aire de indecible y suprema distracción. ¿A dónde van?

Adonde las llaman imaginación y pasión

Octavio Paz, 1963

En un mundo convulsionado por la Segunda Guerra Mundial, dos mujeres rebeldes se encontraron: Remedios Varo y Leonora Carrington. Dos artistas de espíritu indomable y creatividad desbordante, que cruzaron sus caminos en el México del siglo XX compartiendo su pasión por el arte, lo místico, lo oculto y la fantasía que desafiaba toda lógica, forjando una amistad tan única como sus obras, dejando un legado imborrable y un recordatorio del poder transformador de la amistad y la creatividad.

María de los Remedios Alicia Rodriga Varo y Uranga, nació el 16 de diciembre de 1908 en el pequeño pueblo de Anglés en la provincia de Girona, España. Desde niña amaba el dibujo, las historias mágicas y la fantasía. A los 16 años alentada por su padre ingresó a la Real Academia de San Fernando en Madrid, donde se sumergió en el estudio clásico del arte. En 1932 se unió a Amics de l’Art Nou, un pequeño grupo de artistas que tenían como objetivo fomentar los movimientos vanguardistas literarios y artísticos en España. Con este grupo participó en una exposición colectiva llamada Logicofobista, donde mostraban obras ausentes de toda lógica, sería entonces su primer acercamiento con el arte surrealista. En 1937 viajó a París en compañía del poeta francés Benjamin Péret, y se involucró con el movimiento surrealista.

Por su parte Mary Leonora Carrington nació el 6 de abril de 1917 en Clayton-leWoods, Lancashire, Reino Unido, dentro de una familia de clase alta, hija de un empresario textil. A temprana edad, mostró su interés por el arte y lo fantástico, su mundo imaginario estaba lleno de gnomos, duendes, gigantes y fantasmas influenciada por las leyendas celtas y el folklore que su nodriza irlandesa le contaba. A pesar de las expectativas familiares, Carrington se resistió a seguir el camino tradicional que le estaba predestinado, aquel donde las reglas y las predisposiciones sociales dictaban que podían o no aprender las mujeres de alto estatus, ella persiguió su pasión por el arte, estudiando en la academia de Arte en Florencia y más tarde en 1936, ingresó a la Escuela de Arte Ozenfant en Londres. Su vida tomó un giro decisivo cuando se trasladó a París y conoció al pintor Max Ernst, con quien entablo una relación romántica. Fue él quien la acercó al grupo surrealista.

Varo y Carrington se conocieron en París en el año de 1937 cuando ambas se vincularon con el movimiento surrealista, corriente artística y literaria que buscaba explorar el subconsciente y liberar la imaginación más allá de las restricciones de la razón, lo cual les permitió expresarse y experimentar libremente.

La Segunda Guerra Mundial las obligó a abandonar Europa y exiliarse en México durante la década de 1940. Se insertaron en un vibrante círculo de artistas e intelectuales refugiados entre ellos, André Bretón y Wolfgang Paalen. Pero su conexión iba más allá de sus circunstancias, se influenciaron mutuamente en términos de estilo, temática y técnica, aunque cada una mantuvo su voz única. Ambas artistas se aventuraron en la representación de mundos fantásticos, llenos de simbolismo, alquimia, y mitología, pero siempre con un toque muy distintivo. Fue en México donde desarrollaron su obra más potente y personal.

Su amistad les permitía compartir experiencias, ideas y un profundo apoyo mutuo en un mundo artístico predominantemente masculino. Sus conversaciones abarcaban desde la alquimia, hasta la psicología de Carl G. Jung. Pasaban horas charlando, creando recetas mágicas para curar el insomnio o producir sueños eróticos. Disfrutaban de su mutua compañía revoltosa y juguetona, colaboraban en escribir obras de teatro y poemas con el método del cadavre exquis. Les jugaban bromas pesadas a sus colegas, como la realizada al cineasta Luis Buñuel, donde tiñeron tapioca con tinta de calamar y lo sirvieron como caviar.

La mutua influencia de Varo y Carrington se refleja en la manera en que sus obras dialogan, con elementos narrativos y estilísticos que parecen eco y respuesta a la visión del mundo de la otra. Sin embargo, cada una conservó una identidad artística distintiva: Varo con su meticulosa atención al detalle y su interés por lo científico y lo mecánico, y Carrington con su fluidez en la representación de lo mítico y su crítica a las estructuras de poder.

Más allá del fuerte vínculo de amistad y hermandad que compartían, su legado radica en su contribución al surrealismo y al arte del siglo XX, demostrando cómo la colaboración y la solidaridad pueden fomentar una profunda exploración creativa y personal.

*Pasante de la Maestría en Imagen, Arte, Cultura y Sociedad de la Facultad de Diseño de la UAEM

Varo, Transito espiral, 1962

Tránsito en espiral, Remedios Varo, 1962 -cortesía de la autora

leonora carrington - Buscar con Google | Surreal art, Visionary art,  Leonora carrington

Laberinto, Leonora Carrington, 1991 – cortesía de la autora