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En 2024, el Instituto Nacional de Antropología e Historia INAH celebra su 85 aniversario como una de las instituciones culturales más antiguas y prestigiadas del mundo. Creado en 1939, durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, el INAH constituye el más noble legado del régimen político posrevolucionario, y enfrenta enormes desafíos para cumplir con sus funciones sustantivas: velar por la protección, investigación, conservación y difusión del patrimonio prehistórico, arqueológico, antropológico, histórico y paleontológico de México.

En 1973 se propuso la creación del Centro Regional INAH para atender los asuntos de Morelos y Guerrero. La nueva institución arrancó sus tareas de manera plena en 1974, y en principio despachó en el Palacio de Cortés, hasta que ubicó su sede en la Casa del Olindo, enclavada en el pueblo de Acapantzingo.

Al paso del tiempo, el Centro INAH Morelos cuenta hoy con su propio ecosistema de infraestructura cultural: una plantilla de 32 investigadores, y una estructura operativa está conformada por una dirección, una subdirección administrativa, un departamento de asuntos jurídicos, una jefatura de personal, un departamento de informática, y un departamento de seguridad. Cuenta además con un taller de restauración, un equipo de arquitectos, y diversos espacios en donde se genera investigación y conocimiento orientado al rescate, salvamento, preservación y difusión de los diversos patrimonios de las y los morelenses, entre ellos: el Centro de Información y Documentación, la Fototeca Juan Dubernard, el Centro de Documentación en el Ex convento de Tepoztlán, y es responsable de ocho zonas arqueológicas: Olintepec, Chalcatzingo, Coatetelco, Las Pilas, Teopanzolco, Tepozteco, Xochicalco, Yautepec. También administra 6 museos: Jardín Etnobotánico del Centro INAH-Morelos, Museo del Ex Convento de Tepoztlán, Museo Histórico del Oriente. Casa de Morelos, el Museo de sitio de Coatetelco, el Museo de Sitio de Xochicalco, y la joya de la corona, el Museo Regional Cuauhnáhuac, hoy de los Pueblos de Morelos, recientemente reestructurado en su discurso museológico y museográfico.

En estas cinco décadas, el INAH ha generado un proceso de vinculación con los pueblos de Morelos, sus comunidades y custodios de la tradición: personas curanderas, parteras, autores, mayordomías, comités de fiestas patronales, asociaciones civiles. Imposible olvidar su labor de difusión a través de las revistas Tamoanchan, editada entre 1988 y 2001, y el Tlacuache, de 2001 a la fecha, ya digitalizadas para fortuna de todes.

La institución también ha sorteado momentos difíciles, como el enorme reto técnico de la reconstrucción de todos los inmuebles afectados por los sismos de 1999 y de 2017. Este último el más catastrófico por las múltiples afectaciones al patrimonio cultural que han sido objeto de diversos artículos por quien esto escribe. Lo cierto es que a pesar de tanto y a falta de más, de dinero, la institución ha logrado completar los procesos de restauración de numerosos inmuebles arqueológicos, históricos, civiles y religiosos. Mención aparte, merece la custodia de los bienes religiosos en los numerosos templos, conventos y capillas. Morelos es pionero en la conformación de sus registros y controles, no obstante el saqueo y el descuido de las instituciones involucradas en la custodia, como la Diócesis de Cuernavaca. Nos falta espacio, pero hay muchas cosas que destacar, sobre todo que, a últimas fechas, resultado de las labores de diplomacia cultural internacional, el INAH logró la repatriación del Monstruo de la Tierra, monumento arqueológico de Chalcatzingo.

¿Qué viene? Fortalecer la gestión de su financiamiento y recursos humanos para el óptimo cumplimiento de sus competencias institucionales. Pienso en las nuevas posibilidades de relación que el INAH-Morelos tendrá con las administraciones municipal y estatal. La Ley de Cultura y Derechos Culturales para el Estado de Morelos, en su Capítulo segundo. Del Consejo Consultivo Ciudadano de Cultura y de los Consejos Consultivos Municipales de Cultura, establece que, dado que el INAH es una institución federal, su delegación en Morelos será invitada para que, desde su ámbito de competencias y facultades, coadyuve en materia de cultura, para que se garantice y promueva el ejercicio de los derechos culturales; sugerir las medidas que considere necesarias para la preservación y el enriquecimiento del patrimonio cultural, biocultural y de las zonas de interés cultural del Estado; opinar sobre las propuestas de declaratoria de patrimonio cultural, biocultural y zonas de interés cultural, que le proponga la Secretaría de Turismo y Cultura y sugerir estrategias para su puesta en valor y difusión entre otras cosas.

Antes de cerrar este artículo, no quiero dejar de mencionar a algunas de las personas que, a través de su trabajo de investigación, obra y acompañamiento técnico, han generado el sello INAH Morelos. Silvia Garza Tarazona, Teresita Loera Cabeza de Vaca, Hortensia de Vega Nova, Giselle Canto Aguilar, Marcela Tostado, Beatriz Sandoval, Margarita Avilés, María Teresa Ontiveros, Laura Espejel, Laura Ledesma Gallegos, Laura Elena Hinojosa, Miguel Morayta, Eduardo Corona, Paul Hersch, Mario Córdova Tello, Fernando Duarte, y los recientemente fallecidos, Carlos Barreto Mark y Juan Antonio Siller Camacho. Desde luego a la abogada Alma Rosa Cienfuegos, férrea y comprometida en su trabajo, y al super delegado, el antropólogo Víctor Hugo Valencia Valera, hombre sensible y abierto al diálogo, preocupado siempre por la puesta en valor de las memorias colectivas y del trabajo de difusión del trabajo de la institución. Valencia Valera siempre ha hecho gala de su oficio para gestionar la compleja relación con gobernadores, alcaldes, constructores, comisariados y líderes comunales.

Ninguna de sus especialistas se ha salvado de la polémica intelectual, técnica, política, mediática o incluso social. Eso es imposible en una institución tan vital que atraviesa todos los ámbitos de la vida pública y los intereses del Estado en sus diversos órdenes de gobierno y regímenes de propiedad.

Esos infiernitos, en ocasiones, significan lidiar con los caprichos de los gobernantes de turno que, desde su arrogante ignorancia, ocurrencias o corrupción, obstaculizan el pleno cumplimiento de los deberes y obligaciones que establece la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos de 1972. El INAH también ha tenido que reeducar y conciliar con los particulares, los ejidatarios y comuneros.

A lo largo de mi experiencia como promotor y como servidor público, responsable de Patrimonio Cultural, en diversas ocasiones he tenido la oportunidad de colaborar e incluso disentir con algunes de sus especialistas, sin que las diferencias zanjen la amistad y el diálogo crítico.

Muy injustamente, seguramente omito a muchas otras personas igualmente valiosas que, desde el anonimato, han sido decisivas en las labores de una institución con la que la nueva administración estatal deberá enmarcar una relación de cooperación para garantizar los derechos culturales de la población y sus comunidades, con el respeto irrestricto a sus identidades y culturas y la conservación de nuestro rico patrimonio biocultural.

El INAH ha sido el espejo donde se reflejan la historia y la memoria, también sus olvidos, de las facciones de nuestra multiculturalidad, un rostro polimorfo, místico, abierto al tiempo, a su pasado como devenir: origen, tránsito, destino y sentido.

Sí, que viva el INAH-Morelos, grande y noble institución de México en Morelos.

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