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La temporada de lluvias es ideal para emprender esfuerzos de reforestación en los bosques y arborización en los espacios urbanos, acciones diferentes con fines no tan distintos.

La Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), inició con la arborización de sus espacios esta semana en el Campus Chamilpa, y extenderá la siembra a todas sus unidades académicas. Igual hace el Ayuntamiento de Cuernavaca en sus camellones, parques y jardines. Los esfuerzos buscan reducir la contaminación, enfriar el aire, mejorar la salud física y mental de la población, regular los flujos de agua, aumentar la biodiversidad urbana y, por supuesto, embellecer las zonas donde son colocados.

La Secretaría de Desarrollo Sustentable de Morelos, inició hace unas semanas su campaña de reforestación que busca plantar 200 mil árboles en los bosques de 36 municipios de Morelos. La reforestación busca repoblar zonas agrícolas o forestales para recuperar suelos degradados, preservar las especies amenazadas, proteger fuentes de agua; es decir, recuperar los ecosistemas.

Conocidos los objetivos, ninguna de las acciones tiene menor mérito; y por lo mismo, para ambas debería existir una seria supervisión y exigencia ciudadana: en ambas nos va la vida.

Las campañas de reforestación en México suelen estar asociadas con grandes fracasos (de acuerdo con los expertos, sólo el 20 por ciento de los ejemplares sembrados sobreviven al paso de los primeros cinco años). La falta de planeación, ideas dogmáticas que consideran que lo mejor es sembrar muchos árboles sin pensar en la supervivencia, la acción destructiva de actividades humanas, los incendios forestales, son algunos de los factores que han hecho fracasar las campañas de reforestación emprendidas por los gobiernos locales y federal.

La arborización parece tener un destino ligeramente mejor. La cercanía de la población y el cuidado de las comunidades sobre sus árboles, además de la estrecha vigilancia y la censura pública a quienes los destruyen, parece contribuir a una conservación un poco mayor, aunque aún insuficiente, de los esfuerzos por reverdecer las ciudades. No obstante, el riesgo de la acción humana en la destrucción de los ejemplares sembrados en camellones, principalmente, y la falta de mantenimiento que suelen generar los cambios de administraciones municipales o de prioridades en una misma gestión, también resultan factores que pueden dar al traste con los esfuerzos que, en el caso de las zonas urbanas suelen involucrar a la ciudadanía, además de las autoridades.

La recuperación del espacio verde en Morelos requiere más ciudadanía, mayor exigencia desde el momento de la planeación de cada una de las acciones, sin ello seguiremos condenando a muerte a los árboles, desde antes de sembrarlos.