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Míralos, qué traviesos…

 

Probablemente el primer madruguete diputadil en Morelos se dio en el 2000, cuando a unas semanas de instalarse la XLVIII Legislatura del Congreso, que tenía nada menos que a quince panistas, tres perredistas y ocho priistas, sus antecesores (doce de ellos priistas, doce perredistas y uno del Civilista Morelense, se pusieron de acuerdo para reordenar al Congreso del Estado y de paso medio acotar al Ejecutivo y entre otras cosas se transfirieron el Sistema Morelense de Radio y Televisión para que no lo pudiera manejar el Ejecutivo, que en octubre de ese año sería ocupado por Sergio Estrada Cajigal, el primer gobernador de oposición.

Era obvio los que se iban no querían perder todos los espacios de poder, ni dejar al nuevo partido dominante, entonces el PAN, las cosas a modo para desterrarlos totalmente del mapa político local.

El siguiente cambio de nomenclatura estatal se dio en el 2012, con la salida del PAN del gobierno estatal y la llegada de Graco Ramírez al poder. Entonces no hubo grandes cambios que limitaran las cosas para quien sería gobernador (lo que visto a la distancia resultó un error), probablemente no por falta de voluntad sino por ausencia de votos. Entonces el PAN tenía sólo seis de los treinta diputados; el PRI ,15; y el PRD y Convergencia juntaban cinco; así que no había mucho para avanzar, sin embargo, lo que se pudo agandallar fue debida, aunque inmoralmente agandallado.

Para el 2018, cuando después de una desastrosa segunda parte de mandato le tocó al PRD irse del poder, sí se gestaron movimientos relevantes. Primero, la reducción del número de diputados de 30 a 20, lo que demostró complicar la toma de acuerdos y la representatividad popular de los legisladores. Pero además esa legislatura se apresuró con los nombramientos de titulares de las fiscalías General y Anticorrupción, entre otros que, más allá de cualquier discusión, impidieron al Ejecutivo entrante proponer las ternas correspondientes, es decir, el nuevo gobierno se sentaría a la mesa puesta por otros, a comer algo que otros pidieron y prepararon. Definitivamente los nombramientos y la integración del Congreso no son la causa de la inoperatividad que la administración de Cuauhtémoc Blanco, pero tampoco ayudaron a eficientarla ni un poquito.

Estas travesuras legislativas pretenden, siempre, conservar espacios de poder para los grupos que lo pierden en los procesos electorales, pero también, de una forma bastante perversa, han funcionado para mantener equilibrios y acotar el poder de los grupos políticos dominantes. No es ilegal, pero resulta hasta pecaminoso.

La LV Legislatura prepara, según nos dicen nuestras fuentes, un nuevo albazo que obligaría a Morena a ceder dos de tres posiciones en el Congreso: Junta Política y de Gobierno -sin tanta espectacularidad la que controla los órganos de gobierno del Legislativo; la Mesa Directiva, con mucho más lustre porque es la Presidencia del Congreso; y la Comisión de Hacienda, que puede agilizar o atorar procesos tan relevantes como los presupuestos, leyes de ingresos y procesos de auditoría a entes públicos. El proyecto de reforma haría que, de confirmarse la integración del Congreso local como fue dictaminada inicialmente por el órgano electoral (aún falta que el tribunal resuelva impugnaciones); el PAN y el PT o Movimiento Ciudadano (si lo favorecen los juicios), tendrían cada grupo parlamentario uno de esos espacios.

Porque si bien los diputados de oposición conocen de la generosidad política de la gobernadora electa, Margarita González Saravia, y del coordinador parlamentario de Morena en la próxima legislatura, Rafa Reyes Reyes; éste último que bien podría ceder en una negociación espacios a la oposición; también saben que con la ley actual, Morena y sus aliados podrían votar por presidir todos los órganos de gobierno y comisiones del Congreso, lo que reduciría a meramente testimonial la presencia de cuatro diputados del PAN, una del PRI y una de MC.

El problema para la Legislatura saliente, en todo caso, será conseguir los votos, lo que ya no es tan sencillo. Agustín Alonso Mendoza y Paola Cruz Torres, que votaban con el bloque mayoritario de oposición, hoy están mucho más cerca de Margarita González que de sus compañeros diputados. La oposición tendría cinco votos del PAN, Andrea Gordillo, Ángel Adame, Francisco Sánchez, Óscar Cano y Verónica Anrubio; uno del PRI, Eliasib Polanco; dos de Movimiento Ciudadano, Luz Dary Quevedo y Julio César Solís; uno de Morelos Progresa, Marguis del Rayo, y eventualmente dos del PT, Alberto Sánchez Ortega y Tania Valentina Rodríguez (a quienes beneficiaría la reforma en su nuevo periodo como legisladores). Difícilmente Macrina Vallejo o Alejandro Martínez Bermúdez, los morenistas que solían votar con la oposición como bloque crítico a la administración de Cuauhtémoc Blanco, arriesgarían cualquier viso de futuro político apoyando el proyecto… aunque cosas más raras se han visto. Aún con ellos, sin embargo, el bloque no alcanzaría los catorce votos requeridos para la reforma.

El riesgo es que, frente a un amago de travesura, al grupo en el poder se le acabe lo generoso y entonces sí, “que Dios los agarre confesados”, porque no alcanzarían ni la comisión de vigilancia.

Probablemente quepa la prudencia al final de cuentas, Andrea Gordillo y Daniel Martínez Terrazas, han demostrado ser mucho más proclives al diálogo que, por ejemplo, Francisco Sánchez Zavala.

La generosidad debe existir en quienes representan a la mayoría, pero también en quienes son minoría, así se hace la política.

@martinellito

martinellito@outlook.com