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“Señor, yo te perdono a ti, como espero que tú me perdones a mí”: Lemercier

(Segunda y última parte)

 

Fíjense queridos lectores que hasta los que juzgaron severamente a Lemercier, opinan que si no hubiera sido por él, la Iglesia hubiera tardado mucho más en aceptar el psicoanálisis. “Ese es el gran mérito de Lemercier, expone el sacerdote Baltazar López Bucio. Entró ya el psicoanálisis al interior de los conventos y monasterios -y añade- el dramático quiebre que vivió el monje benedictino finalmente tuvo sentido, a partir de su experiencia, ingresaron ya las terapias de grupo, yo mismo –refiere López Bucio-, tomé una en España.

“Haciendo un análisis, lo más importante de lo que se alteró cuando Lemercier alzó su voz al mundo, fue el principio de autoridad, de obediencia más que de fe y cuando recibió el rechazo del Vaticano lo que hizo, con razón o no, fue defenderse por el derecho canónico pero fue muy débil su defensa por lo que el decreto de la Sagrada Rota Romana del 18 de mayo de 1967 fue inapelable. Prohibió la práctica del psicoanálisis en Santa María de la Resurrección, en Ahuacatitlán, so pena de suspensión a divinis que frecuentemente conlleva la excomunión.”

“En esos momentos, mientras Lemercier hablaba con su comunidad, el obispo Sergio Méndez Arceo lo hacía con el papa Paulo VI solicitándole la no excomunión. Ambos, a su manera, lograron su objetivo ya que mientras la comunidad monacal a quien Lemercier les participó y les expuso el riesgo de la clausura, los monjes decidieron con firmeza seguir con el psicoanálisis, llevaban ya ocho años practicándolo. Eso por una parte, y don Sergio, a su vez, obtuvo del Papa la aceptación de no excomunión al prior, aunque días después, al regresar Lemercier de la CDMX, se encontró con la puerta cerrada de su monasterio. Ese fue uno de los peores días de don Sergio”, continúa mi entrevistado.

Acusado ante el Papa por el Santo Oficio de mezclar la ciencia con la religión, con la prensa sensacionalista encima, con la atención de la opinión pública internacional y atacado por la derecha católica, el prior hizo confluir en su monasterio dos corrientes para favorecer sus propósitos modernizadores: las directrices del Concilio Vaticano II y la institucionalización del psicoanálisis en México. En paralelo, Lemercier abrió las puertas del Centro Psicoanalítico Emaús, a un paso del Monasterio con el objeto de brindar el servicio a todo aquel que lo requiriera. Años después, igual hubo de cerrarlo.

Otro gran logro fue que a partir de esa interesantísima época que colocó a Cuernavaca en el epicentro de la opinión mundial, no por violencia o por corrupción, sino por asuntos relacionados a la fe y a la Iglesia, los tres, Monseñor Iván Illich, el prior benedictino Gregorio Lemercier y el VII Obispo de Cuernavaca don Sergio Méndez Arceo, “lograron también la transformación total de lo que había sido el Santo Oficio desde 1478; los cambios en y desde Cuernavaca influyeron al Papa Juan XXIII para generalizarlos y acercar la Iglesia a la gente desde el inicio del Concilio Vaticano II, por lo que Paulo VI, quien sucedió a Juan XXIII a su muerte, se lo cambió en 1965, al término del cónclave romano. Ahora se llema Congregación para la Doctrina de la Fe y a decir de López Bucio, cambió no solo de nombre, ya no es lo rígida que era antes, ahora es más abierta”.

“Con Lemercier, nunca estuvo en conflicto la fe. Su problema fue de obediencia desde el principio hasta el final, ya que los que integraban el Santo Oficio predispusieron al Papa Paulo VI contra el prior, aconsejándole que no se podía hablar de psicoanálisis en sentido estricto y que debería suspenderse de manera automática su práctica al interior del monasterio de Cuernavaca. En Roma le dijeron al prior en pleno Vaticano II: ´Viene Ud. con diez años de adelanto´”.

Lemercier, un hombre al mismo tiempo de hierro y de cristal, aún ya casado –lo unió en matrimonio fray Gabriel Chávez de la Mora con la pianista Graciela Rumayor-, que supo asumir su rol de esposa de ese gran monje con seriedad y dignidad, -años después la entrevisté para mi libro Los Volcanes de Cuernavaca-, continuó el resto de su vida intentando como laico introducir el psicoanálisis a la fe católica. Previo a su muerte ocurrida el 29 de diciembre de 1987, aquejado de un cáncer de ojo que migró al cerebro, fray Gabriel lo confesó, le aplicó los Santos Óleos y su gran amigo el antropólogo Santiago Genovés, un gran conocedor de la naturaleza humana, me confió tiempo después, que en el testamento espiritual del monje, dejó una frase impactante: “Señor, yo te perdono a ti, como espero que tú me perdones a mí”. Con su desaparición a los 75 años de edad, cesó la fe de un hombre que nunca dejó de buscar respuestas aun cuando nadie se las dio al interior de la Iglesia. Ya para terminar estas líneas recuerdo una anécdota que me contó el Padre López Bucio: “En una ocasión, Paulo VI le pidió a don Sergio: ´Cuide la fe de Iván Illich y de Lemercier´, a lo que don Sergio le respondió: Santísimo Padre, si la Iglesia no confía en mí, sin embargo voy a hacer lo posible por seguir sus instrucciones”. Y hasta el próximo miércoles.

 

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El prior Gregorio Lemercier intentó hacer de la psicología una herramienta que pudiese ir de la mano con la fe, dentro y fuera del Monasterio de Ahuatepec, el ejemplo de ello fue Emaús. Foto tomada del libro Crisis de Fe, de Fernando M. González. Cortesía de la autora