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La Antropología en mi búsqueda del sentido de vida

 

Fíjense queridos lectores, ahora que terminaron los tres días de eventos culturales del INAH-Fest por los 50 años de esa institución en Morelos, escuchar hablar a sus empleados, museógrafos, investigadores y demás, fue toda una experiencia. Creo que no valoramos lo suficiente el tener INAH en nuestro estado pues si la hubiéramos tenido en los años 50, principios de los 60 cuando expoliaron –sustrajeron, robaron, más bien arrancaron- del Cerro de Chalcatzingo la maravillosa pieza Olmeca, llamada “Portal al Inframundo”, seguiría intocable en su lugar de origen. Después de unos 70 años que “anduvo” fuera, México la recuperó. Ojalá que cuando la reintegran al Cerro de Chalcatzingo, nos dejen una réplica.

Lo menciono porque todo lo que tiene que ver con la Antropología Social me apasiona. Creo que mi amor por esa disciplina, aquí entre nos, se debe a que desde niña creía yo que estudiaría esa carrera. Sin embargo, en plática con mi padre, ya en la Prepa, cuando le anuncié lo que quería estudiar, él, quien fue un gran padre al que adoré, prontito me desactivó. “No mijita, estudia otra cosa que no te separe de tu núcleo familiar.” Ok, le dije, entonces Estudios Orientales, la respuesta fue: “tampoco”. Bueno, le mencioné, entonces Periodismo, “Menos”, me contestó. Y ya de plano, le comuniqué: –papá, esta otra es sí o sí: ¡Historia!.

Y estudiándola poco a poco, ya casada, feliz madre de tres hijos, felizmente divorciada poco después, aunque guardo recuerdos de momentos inolvidables de mi matrimonio, feliz de vuelta a integrarme al núcleo familiar en Cuernavaca y sobre todo encantada de vivir la aventura de ser dueña de mi vida, mis preciosas clases que tomé con destacados maestros como los historiadores Miguel León-Portilla, Alfredo López Austín, entre otros grandes, quedaron al garete.

Años después, en una sesión con mi querido doctor Alejandro Chao Barona, al platicarlo me dio la respuesta psicoanalítica: “Qué esperabas que te dijera tu papá, si ni tú misma sabías, bien a bien, lo que querías”. Les confieso que tal vez porque siempre fui un “ratón de biblioteca, en lugar de salir a fiestas, prefería quedarme a leer en casa novelas como: Sinuhé el Egipcio, imagínense que mi primer enamoramiento a los 13 años fue de Andrei, el príncipe ruso de la maravillosa novela de León Tolstói: La Guerra y la Paz.

Y lo que es la vida, años después para retomar mi carrera de Historia que dejé trunca en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, pude hacerlo gracias a mi título de Lic. en Periodismo, carrera que también me apasiona. Ahora a la distancia, sé que la Antropología fue un sueño de juventud que quedó atrás, pero a través de los años, ya como periodista y al realizar mi Maestría y el Doctorado en Historia al que me reintegro, a este último, el próximo mes de agosto, de alguna forma me siento cerca de mi sueño juvenil sobre todo cuando escribo sobre temas antropológicos.

Y les cuento que al escuchar el programa INAH en Movimiento en la radio, presté atención a varios de los momentos culminantes de ese instituto en Morelos en voz del antropólogo Víctor Hugo Valencia Valera su director. Así fue como supe que el 1 o el 2 de febrero de 1974 el Palacio de Cortés se convierte en Museo y el 4 de julio, cinco meses después, se oficializa el nombramiento del arqueólogo Jorge Angulo como primer delegado, fecha en que reabre sus puertas como Museo nuestro precioso Palacio de Cortés verdadero tesoro virreinal en Cuernavaca.

Es el primer edificio civil de América, la casa que mandó construir el capitán Hernán Cortés y en custodia, ya del INAH, lo están dejando como lo que debió ser siempre: el principal inmueble histórico de Cuernavaca y aunque hoy es llamado Museo Regional de los Pueblos de Morelos, sigue siendo para todos el Palacio de Cortés. “Ya reparado tras el gran sismo de 2017, lo pudimos restaurar gracias al cuerpo de investigación que opera al interior del INAH”, explica Valencia Valera.

“En Morelos sigue el trabajo en varias de las zonas arqueológicas de las cuales destacan Teopanzolco, Xochicalco, Chalcatzingo, entre otras y recordamos que en Xochicalco contamos con un Museo de Sitio, primer museo en el país perfectamente auto sustentable y ahora con este gran inmueble virreinal –Palacio de Cortés- que está siendo totalmente renovado, continúa el intenso trabajo para concluir las salas que faltan y que se irán abriendo al público totalmente restauradas”.

Y queridos amigos me da mucho gusto compartirles con orgullo parte de la riqueza patrimonial morelense y mostrarles cómo se está cuidando y eso que lo que les compartí en estas líneas es tan solo una porción, un jirón del rico mosaico patrimonial cultural de mi preciosa ciudad. Y hasta el próximo miércoles.

Imagen que contiene piedra, material de construcción, edificio, luz

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El Portal al Inframundo, tesoro Olmeca de México, mide 1.8 mts. de altura, 1.5 de ancho y pesa una tonelada. Ojalá, cuando la reubiquen al cerro de Chalcatzingo, dejen en Cuernavaca una copia. Foto tomada por la autora en el Palacio de Cortés.