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Libros electrónicos

 

Se puede decir que desde los años setenta del siglo pasado los libros electrónicos fueron una realidad. Todo empezó cuando Michael Hart se le ocurrió empezar a poner a disposición de la gente libros en formato electrónico que fueran de dominio público. Eso ocurrió un mes de julio de hace 44 años, en ese momento le vino a la cabeza fundar el Proyecto Gutenberg, una especie de biblioteca digital, con libros electrónicos gratuitos a partir de libros físico. El primer texto que ​capturó fue la Declaración de Independencia de Estados Unidos.

Pero eso que empezó como entretenimiento, como una manera de alimentar su gusto por la lectura, después se convertiría en una manera sólida de empezar no solo a difundir la cultura y el conocimiento sino que se volvió un modelo de negocio. Hoy existen una gama amplia de soportes para leer libros electrónicos, que se propalan en los formatos más diversos, al grado que se han multiplicado incluso los sitios que ofrecen obras electrónicas al por mayor de manera gratuita.

Pero a partir de la última década del siglo XX, los libros electrónicos alcanzaron una mayor difusión en parte por la propagación de diversos medios de lectura electrónicos, conocidos como lectores electrónicos (ereaders), que parecían ser la plataforma ideal para que tales medios destronaran el consumo de los libros en formato convencional. Pero eso de inmediato trajo consigo, malestares y desasosiegos: algunos lectores pensaron que si les faltaba los libros de papel se tornarían en seres que andarían a la deriva, perderían sus asideros y referencias existenciales, sus vidas serían marcadas por el vacío y les esperaba el infortunio.

Fue en este momento que se vinieron es una especie de cascada las expresiones polarizadas por el devenir del libro, por el futuro de la misma lectura. Para muchos amantes de los libros en formato papel, la imperturbable inexorabilidad de libro fue ensuciada y se trastocó con lo digital, surgieron un caudal de tonos y expresiones que se envolvían en la nostalgia porque los libros electrónicos pudieran poner fin al aroma del papel y la textura de las páginas, que la armonía entre el papel y la tinta se pudiera extraviar para siempre. Quienes habían pasado su vida entre libros de papel, que los consideraban tesoros invaluables, se imaginaban que el libro convencional se extinguiría. La era del libro electrónico aparecía en el horizonte como una sombra inexorable que preludiaba la conclusión de lo tangible, del verdadero sentido del acto de leer.

Para otros en cambio, los jóvenes y amantes de lo digital, lo mejor estaba por venir con los ereaders ya que permitía llevar muchos libros en un soporte de lectura, de prescindir de una biblioteca física y hacerla movible al llevarla consigo de manera digital. Para estos devotos de la lectura el inagotable universo de letras, palabras, oraciones, metáforas y expresiones oníricas ya no era terreno nutrido por la tinta y el papel, ya que se estaba frente a una nueva era de conocimiento, de entretenimiento, donde los libros electrónicos eran lo que estaba a tono con los tiempos, por lo tanto era lo de valía. De esa manera se consideró que las pantallas electrónicas, reflejaban la imaginación, eran el lugar en donde los historias cobraban vida, donde corrían con fuerza los personajes, donde fluían pasiones y emociones. Para ellos ese era uno de los ejemplos más notorios o al menos una advertencia de que se estaba en las postrimerías del libro de papel.

Lo cierto es que esta disputa se tornó absurda con el tiempo en la medida que no solo ambos formatos siguen vigentes, sino también que los amantes de la lectura empezaron lo mismo a leer libros electrónicos que libros en papel. Pero esas disparidades para ver una tecnología, es el reflejo de lo que acontece con varias cuestiones tecnológicas: por ejemplo, para ciertas personas las compras de enseres y productos a través de una aplicación, sin tener frente a ellos el producto físico, hace algunos años era algo que veían improbable, por temor e incluso por fobia, ahora lo han adoptado y lo mismo pueden ir a comprar en la tienda de la esquina sus cigarros que comprar una hielera por medio de su celular.

En el caso de los libros, los amantes del formato electrónico, los ebooks se afianzaban por sus ventajas como la portabilidad: en un solo dispositivo se almacenan toneladas de libros, permiten personalizar la lectura ajustando el tamaño del texto, la fuente y el espaciado de acuerdo a las preferencias, lo que se traducía en una lectura en teoría a la carta y darle un sentido completamente distinto a la experiencia de leer. Por si fuera poco, no había límites ni barreras para su existencia: los libros viajaban con las personas a cualquier lugar y daban luz en la oscuridad, lo mismo en el metro que un autobús o en un avión.

Pero es innegable que el libro en papel sigue estando vigente para un sector importante, el más grande, de amantes de la lectura. Es algo insustituible. Para los apasionados por el libro convencional, su valor radica en la experiencia táctil, el solo contacto con el papel al momento de cambiar de páginas es una experiencia incomparable, si a eso se agrega el disfrute del olor del papel, de tener un librero con libros que pueden ser tomados en las manos se está ante un goce que no puede suplantarlo un artefacto electrónico. Para muchos, el libro en papel encarna una conexión más profunda con la historia y la cultura de la lectura. Y en gustos por los visto vale sorbete las consideraciones racionales o basadas en sesudos números de las cualidades de un formato.

Hoy estamos de nuevo ante nuevas ideas, ahora acapara el interés de la incorporación de la inteligencia artificial (IA) en los ereaders, que se espera tenga un potencial de revolucionar la experiencia de la lectura en esos dispositivos. Se piensa que de esa manera se alcance una mayor personalización de la lectura, de hecho, tales dispositivos ya tienen una serie de funciones que permiten tener una mayor personalización. Sin embargo, no se puede soslayar que la implementación de esas tecnologías en los ereaders dependerá del desarrollo y la integración de la IA, así como de las preferencias y necesidades de los usuarios.

Las grandes empresas como Amazon, Kobo y Barnes & Noble están ya, de hecho, enfrascadas en la investigación y desarrollo de herramientas para integrar la IA en sus dispositivos, ya que aún no han lanzado productos con un sistema de IA robusto y ampliamente implementado. Es verdad que ya hay ereaders que incorporan funciones de IA, pero son avances precarios. Estamos en espera de cambios realmente destacados.

Lo cierto es que, como un faro en medio del océano del conocimiento, el libro sigue iluminando el camino hacia el conocimiento y el entendimiento. Desde los primeros registros de la humanidad hasta las más recientes publicaciones, el libro ha sido el guardián de nuestro legado cultural, es el mecanismo para preservar y transmitir ideas, historias y descubrimientos que han moldeado nuestro mundo. Es en esta función de preservación y difusión del saber que el libro encuentra su más noble propósito y que permitirá que siga teniendo un lugar destacado en el desarrollo humano.

@tulios41