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La actual vicepresidenta de Estados Unidos de América, y recién nombrada contendiente para la presidencia, Kamala Harris, ya hizo detonar los discursos odiosos y apocalípticos de la ultraderecha en todo el mundo.

La renuncia del presidente Biden a la carrera presidencial que hubiera implicado su reelección viró la candidatura hacia Kamala Harris, del partido Demócrata, para la competencia por la presidencia frente a Donald Trump.

Trump, extrañamente posicionado gracias a sus adeptos y visto ahora con un halo mesiánico por su “sobrevivencia” al reciente y fallido atentado que sufrió en un acto de campaña, encarna al supremacismo blanco y al sector de la ultraderecha que quiere “de vuelta a su país”, a la gobernanza dirigida por líderes hombres, blancos, con ideología nacionalista y racista.

Kamala por su parte representaría al sector “woke” del país del norte. El término “woke” nació desde el siglo pasado en Estados Unidos, con la frase stay awoke (mantente despierto) utilizado dentro de la población afrodescendiente para referirse a la oposición a ideas racistas. Era una toma de consciencia política y social de esta clase de problemas discriminatorios por raza.

Al pasar del tiempo ese término ha ido modificándose, por lo que hoy incluso se le utiliza para denostar a los sectores que incluyen posicionamientos, protestas y discursos que luchan por los derechos de las minorías. Dentro de ello cabe el feminismo, la lucha contra el racismo de grupos minoritarios e históricamente vulnerados, la lucha medioambientalista también con todo y el activismo contra las trasnacionales extractoras de recursos naturales. La ultraderecha llama a este movimiento y discurso “woke” de manera peyorativa porque no concibe la inclusión de estos grupos en las decisiones políticas, en el manejo del poder político. Al contrario, piensan que es un revés del mundo, una locura y una descomposición social. El hecho de que se exijan derechos y que representantes de estos sectores ocupen escaños les escandaliza, pues, piensan, conducirán a las sociedades a la catástrofe.

En una nota compartida por un ultraderechista mexicano, poblano, se lee “Kamala Harris lacks charisma and time” (Kamala Harris no tiene carisma no tiempo), y, además, se señala que es una política de institución; que no tiene iniciativa ni ideología. Cuestión contradictoria con lo que reza otra nota del Dallas News que pone de relieve su defensa por grupos desfavorecidos.

El comentario con el que el militante de ultraderecha acompaña la nota compartida dice: “Los imperialistas woke amenazando no solo al blanco gringo sino a la paz mundial… La Kamala [sic] es el candidato del imperialismo woke y es la figura de la guerra civil contra los blancos en general y especial contra el hombre blanco… La confrontación Trump-Kamala sería o será la figura anticipada de la posible guerra civil, es la imagen viva de la polarización norteamericana insalvable, gane quien gane”.

Este discurso compartido por todo un grupo parece olvidar o ignorar intencionadamente que las guerras azuzadas por países imperialistas las han provocado precisamente esos hombres blancos a los que defienden. La ideología supremacista, las guerras expansionistas, el enorme y persistente racismo son elementos que han dado origen a la vulnerabilidad de los grupos de población a los que han arrebatado tierras, derechos, la voz y también la vida (de la que nuestro país es un claro y penoso ejemplo de racismo hacia la población indígena). Irónicamente, como si el mundo no tuviera memoria, se llama ahora “imperialistas” a quienes defienden y piden derechos históricamente negados por unos cuantos. Y por si fuera poco, refieren que acabarán con la paz del mundo… …

Lo que se puede ver es que las nuevas reconfiguraciones de un mundo casi al borde de la asfixia por el mal manejo del poder, con prácticas tan nocivas como su acumulación, el dispendio, el despilfarro, el influyentismo y el nepotismo se fisura cada vez más. Las pujantes denuncias, las demandas y el discurso van ganando terreno. Y de la misma forma la ultraderecha pugna por recuperar aquello que, con sobrada razón, va perdiendo. Hoy contiende una mujer de origen afrodescendiente por la presidencia de una de las potencias imperialistas en el globo. Es un contrasentido para la ultraderecha, pero también es una advertencia de que el estado de cosas muta; y que el poder no debe de usarse para aplastar y doblegar, ya que no hay injusticias eternas.

*Red Mexicana de Mujeres Filósofas