loader image

 

Vivo en un lugar repleto de insectos y arácnidos. La Comarca, que está en Santa María Ahuacatitlán, es un “condominio rústico”; lo que quiere decir que no hay áreas verdes con pasto recortado ni árboles podados con formas redondas; son más de 20 casas dentro de un terreno que parece metido en un bosque.

Dentro del predio hay un enorme ficus en cuya base se van arrojando las hojas secas, ramas y troncos que cortan o que caen con el aire y la lluvia. Quienes vivimos ahí también usamos ese espacio para depositar residuos orgánicos y restos de comida, aunque muchas veces solo los arrojan sin cubrirlos con tierra u hojas. Esto atrae bichos que se alimentan de los restos y otros bichos que se alimentan de ellos. Es una cadena alimenticia que incluye animales grandes como lechuza, aves, tlacuaches y cacomixtles; insectos como cochinillas, mantis, cucarachas, moscas, ciempiés, escarabajos o avispas, y arácnidos vinagrillos, alacranes, arañas de varias especies (incluso tarántulas) y algunos otros.

Hace algunas semanas alguien arrojó unas papas que quedaron encima de las hojas y ramas, atrayendo muchos insectos. Un domingo en el que estuve grabando videos para mi cuenta de Instagram vi, entre los muchos bichos que rondaban las papas, un pseudoescorpión. No era la primera vez que veía uno, pero sí era la primera que lo podía filmar con tanta nitidez. Ocho días después volví a grabar en las papas y esta vez no solo vi uno, sino una decena sobre la piel de la papa en descomposición: unos caminando y otros haciendo una hermosa danza de apareamiento (pueden ver un video en mi cuenta de Instagram @cacturante). Estaba que no lo creía: tenía en video un comportamiento que solo conocía descrito en textos pero que jamás había visto.

Desde que los conocí, estos diminutos arácnidos me fascinaron. Se parecen a los alacranes sobre todo en la forma de las tenazas (quelíceros), pero carecen de la característica cola y el aguijón. Si bien tienen esa similitud inicial, en realidad no están emparentados.

Son poco conocidos por la población, debido sobre todo a su diminuto tamaño que va de 1 a 7 milímetros, dependiendo de la especie, ya en tamaño adulto. En las fotos que acompañan esta columna se puede ver lo pequeños que son en comparación con un cerillo y con los vellos de mi nudillo. La primera descripción de estos arácnidos la hizo Linneo en 1758, aunque los ubicó como ácaros. Según el artículo de Mark Harvey “The neglected cousins: What do we know about the smaller Arachnid orders?”, en 2002 se tenían registradas 3,239 especies.

Los pseudoescorpiones son cazadores de artrópodos más pequeños que ellos (incluso más grandes). Inmovilizan a sus presas al inyectar veneno a través de las glándulas que tienen en uno o ambos dedos de las “tenazas”. Ese veneno es totalmente inofensivo para nosotros como especie. Entre sus presas preferidas están los zigentomos, conocidos como “pececillos de plata”, insectos muy comunes en las bibliotecas que aman alimentarse del pegamento de los libros.

Los registros fósiles muestran la presencia de los pseudoescorpiones desde al menos hace 380 millones de años. Se consideran del Devónico; periodo famoso por haber tenido al Dunkleosteus como el mayor depredador y al Tiktaalik considerado un intermedio entre pez y tetrápodo (búsquenlos en Tiktok o Google). Existen muchos registros fósiles de pseudoescorpiones atrapados en ámbar.

En México hay varios registros de ellos en ámbar; el primero de 1982. Al parecer las minas de ámbar de Simojovel en Chiapas son una muy buena fuente de especímenes. Un artículo de Mark Judson en el Boletín de la Sociedad Geológica Mexicana describió ocho especies extintas usando piezas de esas minas.

Otro espécimen muy interesante —también de las minas de Simojovel— se estudia en el artículo publicado en 2023 “A phoretic pseudoscorpion (Pseudoscorpiones: Cheliferidae: Hysterochelifer) from the Mexican amber”. Esta nueva especie, se explican los autores, se describió a partir de un pseudoescorpión macho adulto atrapado en el ámbar sujetándose a la pata de una mosca grulla, fenómeno que se conoce como foresis o foresia, algo inusual de observar en el registro fósil.

La foresis o foresia es, básicamente, cuando un organismo pequeño utiliza a otro de mayor tamaño para desplazarse, sin que afecte al huésped ni se establezca una relación metabólica (como sí ocurre con los parásitos como las pulgas, piojos, etc). De acuerdo con la literatura, la foresia es una práctica muy común entre los pseudoescorpiones. Hay estudios que han encontrado foresia en gatos, roedores, escarabajos, moscas y un sinfín de otros organismos. En algunas ocasiones, con una afinidad muy marcada.

Si les llaman la atención los pseudoescorpiones, les recomiendo el capítulo dedicado a ellos del libro El maravilloso mundo de los arácnidos de Anita Hoffman, editado por el Fondo de Cultura Económica. Yo le agradezco a @ivandegrassi del grupo de fotógrafos de naturaleza Chupamirtos, por haberme compartido fotos e información sobre estos fascinantes bichos.

Bien decía Pascal que la humanidad está entre dos infinitos: lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño, y si tan solo encima de una papa al descubierto en una composta prolifera una enorme cantidad de vida, qué infinito, infinitamente pequeño, podremos encontrar en toda la superficie de la Tierra.

*Comunicador de ciencia / Instagram: @Cacturante

Imágenes cortesía del autor