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El peligro de las delegaciones federales

 

Una de las señales más tranquilizadoras para la política y la sociedad morelenses es la ausencia de cuadros vinculados con Cuauhtémoc Blanco, quien en poco más de un mes dejará nuevamente la gubernatura de Morelos, en el primer círculo de la gobernadora electa, Margarita González Saravia. La excepción que algunos harían acá en el caso de Mirna Zavala Zúñiga no opera tanto, disciplinada funcionaria, la hoy todavía diputada tiene una carrera propia en el funcionariado -que no en la política- morelense y su presencia en el equipo de transición no parece obedecer a alguna negociación con el grupo que ha ocupado el Ejecutivo sin ejercerlo.

La señal ha sido bien recibida por los alcaldes de una oposición que ganó los municipios más importantes gracias a las fallas de la administración de Cuauhtémoc Blanco en materia de seguridad, obra pública e inversión en las demarcaciones.

El dos de junio pasado la oposición ganó con la alianza PAN-PRD-RSP-PRI los ayuntamientos de Atlatlahucan, Cuautla, Cuernavaca, Jiutepec, Temixco, Tlaquiltenango, Yecapixtla y Xochitepec (que representan más de un millón cien mil habitantes); y con Movimiento Ciudadano, Axochiapan, Huitzilac, Tetela del Volcán, y Tlayacapan (alrededor de 20 mil habitantes); además, Tepoztlán fue para un independiente que administrará un municipio de casi seis mil habitantes. Es decir, alrededor del 60% de los habitantes del estado votaron lejos de Cuauhtémoc Blanco y Morena en las elecciones municipales; a ellos habría que sumar otros que, siendo aliados de Morena y Margarita González, han sido férreos opositores de Cuauhtémoc Blanco y su grupo, como Yautepec con los Alonso, o los triunfos del PT en Amacuzac, Totolapan y Zacualpan de Amilpas, que juntos representan otros 28 o 29 mil habitantes. Lo que evidencia que las encuestas de aprobación de gobierno que colocan a la administración de Cuauhtémoc Blanco con niveles de respaldo de 2.5 (Arias Consultores), 20.2 (Demoscopia Digital), y 29 por ciento CE Research), atinan en que los morelenses reprueban la gestión del gobernador y su grupo político, aún con sus números dispersos.

Acostumbrados a incendiar pueblos, los corredores de rumores del gusto del aún inquilino formal de la Casa de Gobierno en Reforma han soltado la especie de que el gobernador y su grupo estarían a nada de hacerse de varias delegaciones federales en Morelos, empezando por la de Bienestar que entre otras cosas tiene desde hace décadas (cuando era Sedesol) los padrones de los beneficiarios de programas sociales. Marginados del gabinete de Margarita González Saravia, de la Legislatura (en la que solo Alfonso de Jesús Sotelo los pela), y de los municipios en los que algunos de sus operadores, como Rodrigo Arredondo, fueron derrotados moral y electoralmente; los traqueteados miembros selectos del grupo de Ulises Bravo y el gobernador, Cuauhtémoc Blanco (dicen que van en ese orden); estarían buscando ubicarse en las delegaciones federales, la de Bienestar para Ulises, pero otras como Educación; Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano; Infonavit; IMSS-Bienestar; y otras, para quienes tienen como gran mérito político su lealtad a Ulises y al gobernador (otra vez en ese orden).

Y por supuesto ya empiezan a escucharse las voces preocupadas de alcaldes electos que deben negociar con la gobernadora, por supuesto, pero también con quienes ocupen las delegaciones federales para conseguir apoyos y margen de maniobra política y de política social. Porque algo cierto es que ninguno de los alcaldes electos de la oposición parece llevarla muy bien, o siquiera tener una relación institucional con quienes podrían ser delegados federales de aceptarse el paquete que propondrían Cuauhtémoc Blanco y Ulises Bravo.

Peor aún, el bajísimo perfil de quienes, propuestos por Cuauhtémoc y Ulises podrían llegar a ser delegados federales, contrastaría (y seguramente daría al traste) a la alta especialización y perfil político de quienes han sido nombrados por la presidenta electa Claudia Sheinbaum, como integrantes seguros de su gabinete (salvo Mario Delgado en Educación); y con el ejercicio que está haciendo Margarita González Saravia para construir una estructura de gobierno homóloga a la del plano federal, y también formada por gente con alta sensibilidad política y conocimiento del área de la que ha de ocuparse.

Por ejemplo, Ariadna Montiel Reyes, quien repetirá en la Secretaria del Bienestar del gobierno Federal, arquitecta, diputada local y federal, activista social, entre otras credenciales, tendría como delegado (en términos prácticos representante) en Morelos a Ulises Bravo, generador de violencia política de género de acuerdo con el órgano electoral local, y de escándalos públicos que van desde la presunta corrupción en la asignación de notarías hasta su eliminación de la dirigencia estatal de Morena por haber hecho trampitas en el proceso interno por las que fue declarado inelegible por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

El problema no es menor. La buena marcha que se han propuesto el próximo gobierno estatal y los futuros ayuntamientos, depende por mucho, del diálogo que pueda establecerse entre ellos. Ese diálogo sólo es posible en una relación de confianza sólo edificable a través de buenas señales y mejores prácticas. Permitir que esa buena relación se entorpezca por el uso faccioso, la proclividad al conflicto, la operación electorera y muchas otras de las inclinaciones del equipo que usó el gobierno estatal durante los últimos seis años, en los que, la mayor parte del tiempo, fueron contra los alcaldes.

Los alcaldes y la gobernadora electa tendrán algún nivel de decisión en esto, no para decir a quiénes quisieran como delegados federales en Morelos, pero seguramente sí para un listado breve de quienes no tendrían espacio al generar mayores problemas que soluciones. Muy probablemente en ese listado estén el equipo del gobernador y Ulises Bravo.

@martinellito

martinellito@outlook.com