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Las revueltas de la barranca

(Última parte)

 

Las revueltas de la barranca son abejas volando sobre las flores y comunicándose conmigo en un idioma que solo pocos entendemos; son sonidos de pájaros arriba de los árboles revelando su alegría; son grillos y chicharras disfrutando de un día soleado después de una noche lluviosa; son cientos de hormigas cargando hojas verdes en fila hacia su hormiguero; son telarañas mostrando gotas de rocío en una mañana fresca; son árboles cantando y bailando al ritmo del viento; son texturas frutales que recorren mi cuerpo dejando en él sus aromas cítricos. Son hojas secas que crujen bajo mis pies desnudos y fríos, que me hacen confirmar que los límites entre mi piel y la tierra no existen.

Gaby Deisolbi

Las revueltas de la barranca es SER y HACER eco al rugir de las entrañas de la tierra; es encontrarnos en el pulsante latido de una espontánea anarquía amorosamente re-evolucionaria en la que somos capaces de mirarnos más allá de la piel y de sabernos en el urgente haciendo y así aún sin tanto decir: contundentemente RUGIR.

Beto Mora

[…] imagine la barranca, una barranca, la que tenga a la mano en su memoria, en su vista, escucha y olfato. ¿De qué le habla, qué le cuenta, qué silencios-sonidos percibe, qué emana de ella, o quiénes? ¿Es profunda? De sus entrañas ¿crecen edificios o árboles centenarios? ¿Está embrujada, tiene un ser guardián? ¿Qué le hace sentir?

Esta vez, revuelva el horizonte con la barranca, los sonidos con los olores, saboree lo que observa y recuerde –del verbo volverapasarporelcorazón–, extienda su raíz.

¿Recuerda cuando las barrancas de Cuernavaca eran invisibles, fragmentadas y sus cauces y caídas hídricas eran vertederos de desechos humanos? ¿Y recuerda cuando usted, al enraizar, al extender su capacidad consciente y creativa, humana pues, alborotó las barrancas? Acuérdese, cerró los ojos y se permitió mirar hacia sus adentros, hacia sus barrancas. Y ahí caminó, escuchó en lenguaje de víbora de agua, de cangrejito barranqueño, de abeja, de murciélago, de prisma basáltico, de cascada, de tronco vivo, de roca enlamada, de viento. Exploró el refugio de vida, y con sumo cuidado, construyó un habitar de arquitectura blanda. En donde los límites son más bien puentes para comunicar-se interespeciadamente. Usted hizo posible las revueltas de las barrancas.

Marián Villanueva Borbolla

Las revueltas de la barranca me invitó a senti-pensar mi habitar en los espacios. A escuchar, ver y hablar con el cuerpo entero. Me recordó la importancia de formar lazos y valorar la otredad que habita en cada ser viviente y no viviente de los espacios tangibles e imaginarios.

Mirar las barrancas, recorrerlas -nombrarlas- me hizo más ameno el sostener la vulnerabilidad de mi propio cuerpo-territorio.

So ham, so ham

Exclamaba el río

libre entre mis pies.

Lex SalGar

Reino: Amenazado

Tipo: cauces en cuyas laderas se infiltra el agua hacia el acuífero

Clase: reservorio de especies de flora y fauna silvestre

Orden: corredores biológicos para la dispersión de especies (monera, protista, funghi, plantae, animalia)

Familia: (relaciones interespecie) más de doscientas barrancas

Género: Parentesco

Especie: entidades no humanas

Subespecie: comunidad política

Subjetividad: Simpoeisis

Somos lo que vamos a encontrar. Desde el punto de vista del grillo, de las rocas, desde los senderos escarpados, desde las banquetas cuarteadas por las raíces de los hules, desde los ojos del cangrejito barranqueño, desde el vuelo del pájaro relojero, desde rombos de las rejas de los puentes, desde las copas de los cipreses, desde las semillas de chía, desde los sentidos de los murciélagos, desde los caracoles en los estanques de Chapultepec, desde la geometría de los apiarios, desde la caminata por la calle de Madero, desde la literatura compartida, desde el arroyo bardeado por cimientos inaccesibles.

Tal vez en estos territorios de reflexión y creación, en resistencia al deterioro y descuido del entorno, encontremos la geografía a la cual adscribir, con el gozo que da el sentirnos útiles ante la catástrofe, nuestras revueltas imaginativas para una práctica y pensamiento barrancular.

Itziar Giner

Pienso en las barrancas como el rastro de ríos revueltos que arrastraron cuerpos, plantas, animales, cables, plásticos, vidrios, desechos y fluidos inimaginables revueltos entre tierra, flores hojas, piedras. Las barrancas me parecen heridas abiertas, expuestas, penetrables que tragan, entierran, esconden y transforman lo que la fuerza de gravedad arroja.

Laura Elena Garduño

[..] Creamos un monstruo colectivo que busca pertenencia. Nos invitaron a hacer caravana y reconocernos desde la mochila, a distinguir el tono y volúmen de voz activando la escucha, sonreír a desconocidos que ahora podremos identificar en el cruce de calles de la ciudad. A relacionarnos con el conocimiento del entorno, promover el intercambio de acciones para imaginar otras barrancas posibles, intercambiar nuestras acciones y energías con el espacio, con las plantas, el agua, las especies. ¿Qué clase de especie de barranca quiero ser soy?

Roja Mendoza. Bailarina.

Las revueltas de la barranca nos invitan a religarnos con la tierra, a reconocernos territorio. Es un ejercicio corporal, cognitivo e imaginativo colectivo donde a través de caminatas, pláticas y ejercicios somáticos, nos reconocemos paisaje. Así nos afectamos y somos afectados por el entorno. Esta revuelta nos incita a embarrancarnos para cuidar no sólo el territorio que habitamos sino la tierra que somos.

Yunuen Díaz

[..] A un lado nuestro, bajo nuestros pies, hacia arriba (porque si, aquí hay un hacia arriba y un hacia abajo orográfico que corresponde a los puntos cardinales), al centro, tantito más abajo, por donde aprendas a mirar se encuentra ahí, esa presencia de una ciudad única marcada por hendiduras llamadas barrancas, algunas tan profundas o tan anchas que se vuelven imposibles de aniquilar, que albergan otro tipo de vida como cangrejos, peces, murciélagos, hombres que después de un saludo desaparecen bajo las rocas y marañas de bolsas negras que se lanzan tras las bardas con los ojos cerrados, y aunque encapsuladas tras muros de concreto hay ocasiones en las que podemos escuchar su murmullo o sentir la fuerza de gravedad que ejercen sobre nuestros cuerpos, haciéndonos sentir cansados, aturdidos cuando el viento no corre por ellas, pesados, como si quisieran tragarnos a todos, como jalándonos para mostrarnos algo desconocido o algo que ya habíamos visto y que por nuestro letargo creemos haberlo soñado.

En ese sueño creo recordar bajar las escaleras del fondo del jardín que dan a la barranca y convertirme en ese animal que se come la fruta que cae sobre una de sus patas.

Alexandra Germán.

Una incubadora que acoge semillas de distintas formas, cada una con un gran corazón, con ganas de crear, compartir y tejer redes en una ciudad que se siente como islas entrelazadas entre barrancas. Barrancas medio honradas, medio olvidadas, compuestas por diversos cuerpos: los nocturnos que no son del todo ciegos, los diurnos cantores, los trabajadores polinizadores, los acuáticos que se van de lado, los vegetales que parecen de otros tiempos, los rocosos que se imponen, los de agua que no dejan de fluir, las semillas [están] germinando.

Erika Almirudis