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El siglo XXI es dominado por la incertidumbre, pensadores muy potentes como Zygmunt Bauman aportó el concepto de modernidad líquida como metáfora de la transitoriedad, la fluidez del cambio, de la flexibilidad, la adaptación y de la desregulación de los mercados, y, ahora lo podemos apreciar en la política.

Al respecto pondré dos ejemplos, el primero que puede cambiar el rumbo de nuestra incipiente democracia, y el segundo, que afectará el destino de nuestro país, en mayor o menor grado, dependerá de lo que sucede en la elección presidencial de los Estados Unidos.

El primero. – Me refiero al concepto de la “sobrerrepresentación política” que muy pocos entienden, pero que la interpretación que está haciendo el inquilino del palacio nacional, para la asignación de los diputados federales y senadores de representación proporcional, aplaudida por sus corifeos, puede significar la muerte de nuestra democracia y el surgimiento del totalitarismo. Esta circunstancia en la clase política y en la oposición está generando un nerviosismo. Pero el pueblo bueno ni siquiera se percata de ello. Nuestro destino político dependerá de la interpretación que haga el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y de las fuerzas obscuras que están influyendo para que se concrete el retroceso político de nuestra democracia.

El segundo. – Cuando ya Donald Trump se encaminaba rumbo a la presidencia de los Estados Unidos por las preferencias electorales que estaba conquistando. Al retirarse de la carrera presidencial el demócrata, Joe Biden, y el surgimiento de Kamala Harris en su lugar, cambio de la noche a la mañana todo el ajedrez político.

En la era de la incertidumbre crece la sensación de que en política todo puede suceder cualquier cosa. Entender la complejidad del mundo que estamos viviendo genera un profundo vacío existencial porque todo, parece ser azaroso, pero se ha convertido en una tarea muy complicada pero necesaria.