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Las rechiflas a Cuauhtémoc Blanco, el mayor castigo posible

 

La rechifla que se llevó el gobernador Cuauhtémoc Blanco el viernes en Tlaquiltenango, uno de los 27 municipios cuyas alcaldías el dos de junio pasado ganaron partidos diferentes a Morena (en el que milita el gobernador desde hace poco más de un año), resulta un consuelo bastante pobre para las decenas de miles de morelenses que, de acuerdo con las encuestas rechazan ampliamente al futbolista como gobernador. Mucho menos hiriente es el abucheo en alguien que, habiendo jugado futbol con uno de los equipos más odiados del país, debe estar acostumbrado a silbidos y protestas desde cualquier tribuna.

Insuficiente consuelo, pero aparentemente el único disponible dado el estado de cosas. Cuauhtémoc Blanco, solicitará al Congreso una nueva licencia, esta vez probablemente definitiva al cargo a partir del 28 de agosto, es probable que descanse de las arduas tareas de sus últimos días como mandatario que incluyen, porque así lo quiere, participar en un cuadrangular futbolero de dos días en el Agustín “Coruco” Díaz; y luego se incorporará a las reuniones preparatorias para la instalación de la Legislatura del Congreso de la Unión, escogerá oficina, y será diputado federal, lo que significa que tendrá fuero para evitar, o por lo menos aletargar hasta la prescripción, cualquier juicio a conductas que pudieran constituir un delito cometidas durante su encargo.

Tampoco parece haber disposición del círculo político por buscar sanciones al que probablemente haya sido el peor gobernador en la historia de Morelos, por cierto. Las dos o tres veces que lo han tenido “a tiro de piedra” como se dice en los arrabales de la lengua; sus más fieros opositores y críticos en la política “se la perdonaron”, y como en el futbol y la política “el que perdona pierde”, Cuauhtémoc Blanco pudo transitar la dificilísima segunda parte de su sexenio sin mayores sobresaltos, hasta le dio tiempo de organizar y participar en partidos de futbol mientras al estado, no se lo llevó el demonio, pero sí lo arrastró un buen trecho.

La gobernadora electa, Margarita González Saravia, no requiere sancionar a Cuauhtémoc Blanco. Su legitimidad, a diferencia de su antecesor, no depende de ningún pleito político y ella no está interesada en distraerse con venganzas personales. Eso no quiere decir, por cierto, que, si se encuentra un cochinero mayor que involucre al gobernador futbolista, la administración de González Saravia vaya a evitar procedimientos jurídicos contra el mandatario, pero, a diferencia de Cuauhtémoc Blanco cuyo interés primario era cobrarle a Graco Ramírez hasta las que probablemente no debía (y eso que debe muchas); Margarita parece estar mucho más interesada en gobernar el estado.

Alguna vez, uno de los excolaboradores y amigos de Graco Ramírez, respondió a alegatos sobre la gestión del tabasqueño en Morelos “pero la soberbia no es delito”, en referencia a la imposibilidad de castigar a alguien por rasgos de su personalidad (si la soberbia fuera punible, probablemente Graco Ramírez purgaría cadena perpetua); en el caso de Cuauhtémoc Blanco, hay otras características de su personalidad que lo convirtieron en un pésimo gobernador: la indolencia, la insensatez política, la soberbia, el descuido, en fin. Algunas de esas características podrían haberlo hecho cometer faltas por acción u omisión, pero incluso sus adversarios y sus enemigos políticos parecen dispuestos a pasar por alto eso y se conforman con el escarnio social, las rechiflas, y la idea de que, aún metido en la política estará lejos del estado. Aunque no sea mucho.

Tampoco es que los morelenses tengan demasiado interés en hacer escarnio de Cuauhtémoc Blanco, de ser así probablemente a quienes en su campaña arremetían todos los días en contra del mandatario y advertían la intención de llevarlo a la cárcel (igualito que él hizo con Graco) les habría ido mucho mejor. Lo cierto es que todo indica una urgencia de los morelenses por tener, después de más de doce años, un gobierno eficiente, que se preocupe por los problemas de la entidad y logre la paz, el crecimiento económico, la generación de oportunidades, la mejora en los servicios de salud, educación, en infraestructura, y todo lo que Morelos ha extrañado durante más de una década. No es tarea fácil y por ello no admite distractores.

Cuauhtémoc Blanco merece un castigo ejemplar, cierto, pero no es la próxima gobernadora quien deba imponérselo (esto es algo que debe quedar claro a todos), hay instancias en las que ya hay denuncias y que podrían recibir más después de concluido el proceso de entrega-recepción del gobierno estatal. La Fiscalía Anticorrupción, por ejemplo, tenía tres carpetas listas para judicializar que fueron atoradas en el Congreso de Morelos. Los órganos autónomos creados para perseguir los delitos fueron diseñados para evitar la injerencia de los titulares de los poderes ejecutivos, por lo mismo, no les es exigible responsabilidad alguna, los gobernadores no pueden llevar a procesos judiciales ni meter a la cárcel a nadie, incluidos los exgobernadores.

Cuauhtémoc Blanco dejará la gubernatura de Morelos para convertirse en diputado federal por la vía plurinominal. Otro exgobernador que luego resultó diputado por la misma vía fue Marco Adame Castillo. El panista ocupó la gubernatura de 2006 a 2012, y en 2018 se convirtió en diputado federal. Curioso porque Adame Castillo hizo un gobierno regular en Morelos, pero ya como legislador federal hubo poco o ningún trabajo a favor del estado. Así que no podríamos esperar que el caso de Cuauhtémoc Blanco sea diferente, su presencia en la cámara de diputados no significa un legislador más para Morelos, a lo mejor resulta todo lo contrario.

@martinellito

martinellito@outlook.com