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Avanzar en la educación ambiental mexicana

(Segunda de tres)

 

En el artículo de la semana pasada enunciamos los elementos básicos que debería poseer una correcta educación ambiental. Desgraciadamente, es muy difícil que esa tarea se realice correctamente debido a que el cúmulo de saberes que, en nuestros días, deben aprender nuestros niños es, simplemente, excesivo.

El curriculum educativo de nuestros niños está plagado de elementos “nacionalizantes” (por no decir chauvinistas): de la historia de éxito de Don Benito Juárez —ese niño indígena de Guelatao, Oaxaca, que no sólo fue capaz de llegar a la Presidencia de la República sino de vencer, en el campo de batalla y con la ayuda de los zacapoaxtlas, a una potencia mundial (el ejército francés) y a un integrante de la más importante y añeja nobleza europea (Maximiliano de Habsburgo)— a la historia de despojo sufrido por la nación cuando perdió la mitad de su territorio por parte de gobernantes “entreguistas” (Antonio López de Santa Anna) y países abusivos (los EEUU, nuestro, ahora, principal socio comercial).

Gracias a tales “saberes probados” se generan “mexicanos orgullosos y capaces de dar la vida por su bandera”, es decir, fanáticos incapaces ya no digamos de construir sino de siquiera entender en lo que consiste la “identidad planetaria”.[1] Y tal identidad planetaria es, en nuestros días, imprescindible para avanzar en la lucha contra el Calentamiento Global Antropogénico. Nuestros niños no podrán contar con una adecuada educación ambiental mientras ella no sea depurada de tales elementos ideologizantes, patrioteros, militaristas y sesgados.

En nuestros días nuestros niños repiten y repiten las “historias de éxito y abuso” (como la de Juarez antes referida) pero no tienen la más mínima idea de los años que le quedan a la nación mexicana como exportadora de petróleo o la cantidad y calidad del acuífero que alimenta a su región y del cual depende su supervivencia cotidiana. Y ni hablemos de la comprensión de la desestabilización climática actualmente en curso. Nuestros niños son totalmente ignorantes… y la mayoría de sus profesores también.

Una correcta educación ambiental requiere, además de comprender la necesidad de la identidad planetaria y de los conocimientos del Sistema-tierra, de un correcto método de enseñanza.

Del método de la educación ambiental

El ente bio-psico-socio-mundano que somos ha sido tradicionalmente educado según el modelo “dominador” y las consecuencias han sido catastróficas. Tal y como desarrollamos en un estudio previo (Tamayo, Sarmiento y Cervantes, 2021[2]) la educación ambiental mexicana ha sido realizada siguiendo un método muy poco fructífero.

Si pretendemos que nuestra civilización perdure, es menester que el ser humano deje de ser educado según el modelo tradicional, ese definido como la transmisión de conocimientos de la generación precedente a la consecuente y que, como antes indicamos, solo lo obliga a repetir saberes y, en realidad, lo separa de sus problemas actuales y concretos.

Debemos dejar de educar de esa manera pues, como ha mostrado la historia, no hay garantía alguna de que la “generación precedente” no esté enloquecida y conduzca a la humanidad toda a la destrucción, eso que venían impulsando los sesgados nacionalismos que condujeron a la primera y segunda guerras mundiales y que ahora animan la guerra ruso-ucraniana así como la que se desarrolla entre Israel y Hamas.

Muchas veces se nos olvida que el supuestamente “loable nacionalismo” ha sido el caldo de cultivo de numerosas guerras y que incluso puede conducir a la aniquilación de nuestra civilización (esa tercera guerra mundial nuclear con la que repetidamente amenaza Putin). En nuestros días deberíamos impulsar ya no las “identidades nacionales” sino, como antes indicamos, la “identidad planetaria”, una “ciudadanía del mundo” que posibilite la verdadera cooperación mundial.

Pero volvamos al análisis de la educación. El brasileño Paulo Freire (1980) [3], se hizo famoso por afirmar que en el vigente modelo tradicional –el “bancario”— el docente se considera dueño de un saber absoluto que el “ignorante” alumno sólo debe repetir. Freire mostró que ese modelo educativo hacía desaparecer el espíritu crítico y agotaba la inventiva. A. S. Neill (1986)[4] añadió que esa educación hacía infelices a los niños y les quitaba el gusto por aprender.

Debemos reconocer que el modelo educativo tradicional funciona bien cuando se trata de transmitir saberes meramente técnicos (como la aritmética o los idiomas) pero cuando se trata de transmitir conocimientos científicos o saberes no claramente establecidos –que requieren inventiva y pensamiento libre—, el modelo se revela absolutamente ineficaz.

Una correcta educación ambiental requiere de otro modelo educativo alternativo, uno que permita al ente bio-psico-socio-mundano que somos desarrollarse plenamente, es decir, tal y como indica Heidegger, “llegar a ser el que se es”. [5] Esta última fórmula, en su aparente contradicción (¿cómo “llegar a ser” lo que “ya” soy?), revela algo que conocen todos aquellos que han recorrido hasta el final alguno de los múltiples procedimientos de búsqueda del sentido de la vida –del budismo zen a los ejercicios espirituales ignacianos o, incluso, a la experiencia psicoanalítica: el aprendizaje verdaderamente significativo no es el de los datos o las cifras, es aquél que debe buscarse en sí mismo y que, habitualmente, conduce a una experiencia del vacío, de la falta, de la prodigiosa nada.

Finalmente, establecer un aprendizaje significativo que posibilite la construcción dialógica de saberes es algo que, de manera muy eficiente, logran los Grupos operativos pichonianos. Su “didáctica de emergentes” aprovecha la enseñanza de los conferencistas al par que favorece la discusión crítica y abierta entre los estudiantes, así como la elaboración de proyectos para la acción colectiva (Pichon-Rivière, 1980).

Desde mi punto de vista, los Grupos Operativos pichonianos constituyen una herramienta educativa de primer orden que permite no sólo la emergencia de la consciencia ambiental sino la de los proyectos socio ambientales que apunten a paliar la complicada situación actual.

(continuará)

[1] Cfr. Sarmiento, A. & Tamayo, L. (2024). “Scientists Warning that Nationalism or Militarism Ideologies Block the Urgently Needed Planetary Consciouness”, International Journal of Arts and Social Science, ISSN: 2581-7922, Vol 7, Issue 5, May 2024: https://www.ijassjournal.com/2024/V7I5/41466639433.pdf

[2]https://www.researchgate.net/publication/361553925_CAPITULO_15_RECUPERANDO_LA_SENDA_PERDIDA_MEDIANTE_UNA_EDUCACION_AMBIENTAL_ACTIVA_Y_CRITICA_CONTRA_LOS_HABITOS_DEPREDADORES

[3] Freire, P. (1980), Pedagogía del oprimido, México: SXXI.

[4] Neill, A.S. (1986). Summerhill, México: FCE.

[5]Heidegger, Sein und Zeit,1983: 163; El ser y el tiempo, 1927: 145