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En la entrega anterior, di cuenta de la breve, pero intensa relación entre Cuernavaca y el efímero Segundo Imperio Mexicano, así como de la leyenda alrededor del romance entre Maximiliano y Concepción Sedano “La India Bonita”. Pues bien, los señalamientos de amores furtivos no fueron privativos del austriaco, alcanzaron también a la emperatriz Carlota. Bien es sabido que Napoleón III no eligió a Maximiliano al azar, fue una hábil jugada para recomponer la política exterior francesa en el mapa europeo. Maximiliano fue hermano de Francisco José de Austria-Hungría, el imperio austro-húngaro era un tradicional rival de Francia, y Francisco José recientemente había sido vencido por Napoleón III en el norte de Italia, donde los austriacos perdieron el reino del Lombardo-Véneto, del cual Maximiliano era virrey. A su vez Francisco José nunca sintió simpatía por Maximiliano y lo quiso tener siempre lejos.

Carlota, era hija de Leopoldo I de Bélgica, tío de la reina Victoria de Reino Unido, y llamado el “Néstor de los monarcas” por ser consejero y figura de gran ascendencia entre los reyes europeos. Carlota, de notable inteligencia, fue a su vez, hija, nieta, sobrina y hermana de reyes y reinas. Cuando Napoleón III es finalmente convencido por su mujer Eugenia de Montijo y sus amigos mexicanos José María Gutiérrez Estrada y José Manuel Hidalgo y Esnaurrízar de apoyar la aventura imperial mexicana, el sobrino de Bonaparte se decantó por Maximiliano y Carlota, logrando una carambola de varias bandas: se congració con Francisco José y también halagó a Victoria del Reino Unido y a su influyente tío Leopoldo.

Es del dominio público que Maximiliano y Carlota no sostuvieron vida conyugal, la conjeturas no son pocas, y parten desde las versiones que apuntan a que Maximiliano se casó con Carlota por interés, solo para hacerse de una jugosa dote para terminar la construcción de su castillo de Miramar, a las preferencias sexuales del archiduque austriaco o a una muy difundida historia que sostiene que Carlota se negó a compartir la cama con Maximiliano porque este contrajo sífilis en un viaje a Brasil previo a su matrimonio.

Al llegar en 1864 a México, la única ayuda que recibieron Maximiliano y Carlota de sus respectivos países fueron dos cuerpos de voluntarios: los austro-húngaros con alrededor de seis mil hombres y los belgas con cerca de cinco mil efectivos. La “Legión Belga” estuvo constituida por muchachos de origen campesino sin ninguna preparación militar, quienes atravesaron el Atlántico con la idea romántica de proteger a su princesa, hija de su amado rey, al frente de ellos vino el Teniente Coronel Alfred Van der Smissen, un jefe de todas las confianzas del rey Leopoldo. La actuación militar de los belgas en México fue desastrosa, particularmente es recordada su derrota frente a las tropas republicanas de Nicolás Régules el 11 de abril de 1865 en Tacámbaro, Michoacán. Meses más tarde los prisioneros belgas fueron canjeados por Vicente Riva Palacio en lo localidad de Acuitzio, en uno de los gestos más magnánimos de la guerra contra la intervención y el imperio.

Carlota cayó en una profunda melancolía en México, el desencanto de constatar el fracaso del proyecto imperial, la noticia de la muerte de su padre en diciembre de 1865 y su nula relación íntima con Maximiliano hicieron mella en su carácter y todo parece indicar que terminó en los brazos de Van der Smissen, su único vínculo con su añorada Bélgica.

En julio de 1866 Carlota salió rumbo a Europa para no volver a México, la versión oficial asegura que lo hizo para buscar ayuda para el imperio, la extra oficial para ocultar su embarazo de Van der Smissen. En suelo europeo se manifestó no solo la locura que la acompañó hasta la muerte en 1927, sino se dice que dio a luz a un niño camino a Gante, que fue adoptado por un Notario local y cuya crianza corrió a cargo de la casa real belga. En su adolescencia, marchó a Francia, donde ingreso a la academia militar de Saint Cyr y se nacionalizó francés, llegando a convertirse en Maxime Weygand, Jefe de Estado Mayor de Foch en la Gran Guerra, Jefe de Estado Mayor del Ejército y Ministro de Defensa de Francia. Su parecido físico con Van der Smissen fue más que asombroso.

El general Luis Alamillo Flores, fundador de la Escuela Superior de Guerra y uno de los forjadores del actual Ejército Mexicano fue un personaje querido en Morelos, pues su última comisión en activo la tuvo al mando de la 24 zona militar y posteriormente se retiró a vivir en Jiutepec. Muy joven, en 1928 lo comisionaron a estudiar en la Escuela Superior de Guerra en Francia, convirtiéndose en el primer mexicano oficial de Estado Mayor.

Cuenta en sus memorias que, siendo un joven alumno en Francia, era llamado por Weygand para dar largas cabalgatas juntos, un inusual honor de un distinguido general francés a un becario extranjero. En los paseos, Weygand no dejaba de hablar sobre México y hacer a Alamillo un sinfín de preguntas sobre historia y temas mexicanos. Alamillo con su característica prudencia, no aseguró nada en el escrito, pero tampoco pasó por alto el inusitado y marcado interés de Weygand por México, lo cual en una opinión personalísima robustece la versión del general Maxime Weygand como fruto de los amores mexicanos entre Carlota y Van der Smissen.

ERRATA: En la columna anterior por un involuntario lapsus llame José Luis a Salvador Tarazona, me disculpo por ello con los lectores de La Jornada Morelos.

*Escritor y cronista morelense.

General Máxime Weygand, foto Ministerio de Defensa de Francia. Cortesía del autor