loader image

(Segunda parte 2)

Venimos de sur, dicen Magui y Erasmo, defensores del territorio en el ejido El Bajío. Se refieren a que nacieron en Oaxaca, su lengua materna es el Tu’un Savi (mixteco). Llegaron a los campos agrícolas de Sonora en su adolescencia. Se hicieron adultos en campos de recolección. Minera Fresnillo no ha quebrado su determinación de defender el territorio ejidal. Ambos llevan 11 años de sufrimiento extremo. En 2017, luego de 20 meses en la cárcel por acusaciones falsas orquestadas por la empresa, Erasmo regresó al ejido y, a los pocos días, él y Magui fueron levantados por pistoleros. A Erasmo le reventaron un oído y lo tiraron en las vías del tren junto con otros 10 compañeros.

Ambos son parte de una segunda generación que repobló El Bajío en 1990. También lo hicieron campesinos sin tierra de Michoacán, Zacatecas, Chihuahua y Sinaloa. Conocieron las mañas de la minera Fresnillo para invadir el desierto antes de que la minera se convirtiera en su enemiga directa y Rafael Pavlovich, tío de la exgobernadora, les acusara falsamente.

La historia del ejido se remonta a 1971, cuando Luis Echeverría decretó una dotación de tierras a 78 familias en El Bajío, en el desierto de Sonora. Había una agitación agraria, el ejército masacró a decenas de estudiantes en Tlatelolco en 1968. El régimen del PRI intentaba apagar la demanda de tierra de nuevas generaciones de obreros agrícolas. El reparto de tierras en zonas poco aptas para la agricultura porque requerían grandes inversiones en infraestructura agrícola, fue una estrategia del régimen del partido de Estado para calmar las demandas campesinas. De forma parecida se repartieron tierras en la Selva Lacandona a finales de la década de los sesenta a los jornaleros agrícolas de latifundios chiapanecos. El historiador Jan de Vos explicó que el echeverrismo optó por repartir tierras en la selva o el desierto antes que expropiar a los latifundios que florecieron durante la posrevolución[1].

El régimen priísta promovió y protegió al latifundio agrario en el sur y en el norte. En esta región, desde finales de los ochenta, se sumó una nueva forma de acaparamiento de territorios, el latifundio minero. Con las presidencias del PAN, del PRI y de Morena, ha crecido. Minera San Felipe de Carlos Slim, posee medio millón de hectáreas a unos pocos kilómetros de la desembocadura del río Colorado, área que forma parte de la Reserva de la Biósfera el Pinacate. Grupo México de Germán Larrea tiene poco más de 300 mil hectáreas que se extienden en los municipios de Nacozari, Cananea y Ensenada. La familia Bailléres tiene la mayor cantidad de concesiones mineras en Sonora. En los últimos 35 años la unidad ecológica del Desierto Sonorense ha sido dañada gravemente por las mineras de los tres magnates que aumentaron su riqueza personal por la merced federal de las concesiones mineras y la impunidad.

Pero las familias ejidatarias de El Bajío cuentan con un logro poco común en la contienda contra el capital minero, pararon una mina en operación. Sergio García, el asesor legal del ejido, hizo un recuento de casi cien juicios ganados a la minera a lo largo de diez años. Los 77 juicios oídos y vencidos -dice García Camacho- desde 2014, cuando el magistrado Manuel Loya Valverde falló a favor de que Peñoles restituyeran las tierras robadas y pagara a El Bajío el equivalente en oro que sustrajo. “A pesar de la desigualdad, hemos confrontado a la minera en todos los casos. Estamos en lucha contra la segunda generación de los magnates. Confrontamos jurídicamente a Alberto Bailléres y Octavio Alvídrez, dueño y gerente general de Fresnillo, respectivamente. Les ganamos, ahora, estamos resistiendo las acusaciones de sus hijos. El poder de los Bailléres es descomunal para corromper todas las esferas del poder. Lo que la miopía de sus asesores legales no logra, lo consiguen con maniobras para evitar que las magistradas ejecuten las sentencias.”

El senador de Morena, José Narro Céspedes opera en este momento como vocero de dos ex ejidatarios que presuntamente han demandado a los defensores del ejido para anular la definición de Área Natural Voluntariamente Destinada a la Conservación. El dinero de Fresnillo le hace jugar el papel más denigrante de un ser humano.

  1. Jan de Vos (2002), “Una tierra para sembrar sueños. Historia reciente de la Selva Lacandona, 1950-2000. FCE.