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Hace unos días, en estas páginas, Flora Guerrero Goff compartió algunas experiencias de su larga trayectoria en el activismo ambientalista. Recordó cuando intentó defender,sin éxito, un ejido de Tezoyuca en donde una inmobiliaria edificó sobre tierras fértiles y parajes históricos el fraccionamiento “Las Garzas”.

“En una de las vistas solidarias y de acompañamiento que hice antes del desalojo del campamento, Pedro [Vera, uno de los dirigentes ejidatarios] y yo realizamos un recorrido por el área donde ya la maquinaria había abierto camino arrasando todo a su paso dejando solo la tierra suelta. Pedro me mostróun canal de riego que existía desde antes de la época de la revolución zapatista y que fue destruido por la maquinaria, además, me dijo evidentemente indignado, mira Flora, por aquí pasaba el histórico Camino Real por donde el General Emiliano Zapata cabalgaba y que comunicaba de la Hacienda de San Vicente de Zacualpan a la Hacienda de Chiconcuac, pero ahora ya está destruido”.

Flora Guerrero participó en la épica -aunque frustrada también- defensa ciudadana del Casino de la Selva. Ha sido testigo privilegiado de la imposición de la modernidad, los intereses económicos y la corrupción sobre los espacios vitales que le dan personalidad a la ciudades y a los pueblos, en un avasallamiento que tiende no solo a la  estandarización de los lugares sino la pérdida de su idiosincrasia, inigualable por ser producto de su trayectoria por la historia. 

No solo eso, los intereses económicos y la corrupción que ha consentido desarrollos inmobiliarios aunque no cuenten con estudios de impacto ambiental, tampoco se detienen ante los recursos naturales que necesitamos todos, incluyendo las futuras generaciones, para subsistir. 

También en Tezoyuca, escribe Guerrero,  “Casas ARA taló majestuosos árboles amates prietos y plateados, de por lo menos, ochenta o cien años de edad, causó un serio daño al Río Salado arrasando con toda la vegetación y árboles que se encontraban en la orilla del río”. A pesar de que el 70 por ciento del territorio morelense se considera social, y que más de la mitad son terrenos ejidales y comunales, las inmobiliarias han logrado sortear cualquier obstáculo.

Y se avecinan malos tiempos. Según la Cámara Nacional de la Industria de Desarrollo y Promoción de Vivienda formalizada (CANADEVI), al cierre del año pasado el rezago en vivienda en Morelos ascendía a 117 mil viviendas.

Según la CANADEVI, en 2010 se construyeron alrededor de 12 mil viviendas en Morelos, y para el 2022, en total solo se construyeron 2 mil 700 y únicamente en Cuernavaca, Cuautla, Jiutepec, Yautepec, Yecapixtla, Tequesquitengo y Tlayacapan.

El mismo Presidente de la República prometió urbanizar y construir dos mil 300 casas de interés social en la zona donde termina el llamado “Puente sin fin”, que, por cierto,sufre de una escasez de agua crónica.

Ya tan instalados como estamos en el siglo XXI, con tanta información y avances de la ciencia, deberíamos planear el desarrollo urbano de una manera más eficiente, para que la satisfacción de demandas sociales, como la vivienda, no afecten de manera tan dramática e irreversible la ecología y la memoria histórica, como sucedió en Tezoyuca, en donde perdimos, todos y para siempre, no solo tierras de cultivo de caña de alto rendimiento sino también el Camino Real por donde cabalgaba Emiliano Zapata. 

Zafra

La ley es la ley y la Constitución es la Constitución, hay que recordarlo este día

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