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Después de la pasada administración municipal de la capital de Morelos, que aún mantienen al exedil en prisión preventiva y enfrentando diversos procesos derivados de más de 80 irregularidades detectadas y denunciadas a la fecha, prácticamente cualquiera con un poco de autocontrol hubiera hecho un mejor papel en su primer año de gobierno.

Sin embargo, no cualquiera hubiera podido remontar el cúmulo de rezagos que heredó en la administración de Cuernavaca como lo ha logrado hacer José Luis Urióstegui, quien, con tan solo 13 meses de gestión, ha reducido en una cuarta parte la deuda del municipio, ha normalizado el problema de la basura -principalmente atendiendo situaciones judiciales-, ha aumentado la recepción de participaciones que después se invierten en obra pública (rubro al que se dedica el 40 por ciento de las percepciones catastrales), ha regularizado sus compromisos financieros -notablemente con la CFE, aunque la mayor pate de la deuda aún esté por saldarse- y hasta ha reactivado las obligaciones contractuales del municipio con sus trabajadores.

El mismo Urióstegui reconoce que aún hay mucho qué hacer, pero confía en que las metas se pueden lograr con austeridad (él mismo renunció a los gastos de representación a los que tenía derecho), una administración eficiente y con un aparato de gobierno en el que los puestos los ocupen quienes sepan hacerlo y lo hagan con precisión.

Aún tiene por delante poco menos de dos años del trienio que le corresponde, pero en la actualidad de México el reloj político se ha adelantado y los destapes y auto postulaciones se han puesto de moda. Urióstegui admite tres cosas: que pretende continuar en el servicio público; que solo tiene dos caminos, la postulación a la gubernatura o buscar la reelección en Cuernavaca y que, en todo esto, él no tendrá la última palabra.

Pero aún tiene que avanzar en su primer periodo al frente de la muy conflictiva administración de Cuernavaca, pues no todo se reduce a remediar problemas heredados.

La seguridad, en deuda y duda

La seguridad, el agua, la obra pública y los servicios en general representan retos cotidianos y, quizá por experiencias pasadas, a los vecinos se nos ha acabado la paciencia y nos hemos vuelto más demandantes. Hay que decirlo con todas sus palabras: la Ciudad de Cuernavaca aún vive con terror, los asaltos son cotidianos: en el transporte público, en las casas, en los centros de trabajo y en la calle. La Secretaría de Protección y Auxilio Ciudadano (SEPRAC)está en deuda y está en duda. Pero Urióstegui aún tiene que avanzar en su primera administración.

Así, entre los rezagos del pasado y la complicada actualidad, Urióstegui a penas comienza su segundo año de gobierno y pensar en lo que podría venir hacia el 2024 no parece distraer gran cosa al edil, quien, por otra parte, ha logrado mantener abiertos los canales de comunicación con todas las fuerzas políticas, incluyendo Morena, pues “hoy los gobiernos no se conducen desde una ideología política, más bien por sentido común y buscando la solución de la problemática inherente a toda la población, más allá de sus filias a un partido o fobias a determinada agrupación”.

A pesar de lo anterior, el presidente municipal busca ser congruente con su trayectoria y él, “no pensaría en cambiar el rumbo porque la gente también tiene derecho a saber a qué le apostamos y con qué se pueden vincular”.

Como en muchas de las postulaciones prematuras que abundan en el actual panorama político, a Urióstegui aún le restan dos años de administración, tiempo que debe aprovechar para demostrar, para ese entonces, si es o no una opción para las organizaciones políticas y para el electorado morelense. Mientras tanto, nuestra ciudad tiene aún muchos problemas por resolver. Cuernavaca es una dura aduana para cualquier aspirante.

Zafra

A dos años de las elecciones, lo mejor es ponerse a trabajar y dar resultados; comunicarlos bien, no sobra

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