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11F: Más allá de la invitación

Agustín B. Ávila Casanueva*

Este sábado pasado, como todos los 11 de febrero desde hace siete años, se celebró el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Es una celebración a nivel global, implementada por la UNESCO y ONU-Mujeres, que busca “promover el acceso y la participación plenos y equitativos en la ciencia para mujeres y niñas”.

La ciencia —y sobre todo la academia—, lejos de ser objetiva, es una actividad humana. Por lo tanto, está sujeta a los prejuicios, sesgos y arbitrariedades de quienes la llevan a cabo. Es decir, es un producto de su sociedad. Y en una sociedad patriarcal, la ciencia también lo será.

Cada vez más conscientes de esta enorme brecha de género, las ferias de ciencias, charlas, demostraciones y talleres que se han llevado a cabo dentro de nuestro estado y en cientos de otras ciudades en el mundo, buscan acercar, principalmente a niñas y adolescentes a la ciencia. Decirles que son bienvenidas y que vean con sus propios ojos a mujeres científicas desarrollando su profesión. Porque cuesta mucho trabajo convertirse en algo que no puedes ver.

Sin embargo estos esfuerzos, tan necesarios y urgentes, se empiezan a quedar cortos. Para empezar, como dice la investigadora Rita Colwell en su libro “A lab of one’s own” (Un laboratorio propio): “Cada vez que escucho a alguien decir, con las mejores intenciones, que tenemos que invitar a más mujeres a la ciencia, me enojo. Nunca hemos tenido que interesar a las mujeres en la ciencia. A donde sea que volteo, encuentro figuras escondidas, trabajando en las sombras de los laboratorios de sus esposos o en los laboratorios de hombres aliados, en museos y en bibliotecas, en las oficinas del gobierno, o dentro de las aulas escolares a lo largo de todo el país. Siempre ha habido mujeres altamente capaces queriendo ser científicas. Pero, también siempre ha habido un pequeño grupo de hombres poderosos que no han dejado a las mujeres entrar”.

Estamos frente a una gran oportunidad. Según el artículo “La brecha de género se invierte: hoy hay menos hombres en prepa y universidad” publicado en Gatopardo por Raymundo M. Campos Vázquez, “la asistencia escolar de las mujeres, de diferentes edades y estratos, ha ido en aumento desde por lo menos 2010. El segundo resultado es que esta creció más rápido que la de los hombres, y en años recientes la ha superado”, esto para mujeres de 15 a 24 años. Es decir, por primera vez en la historia de este país hay más mujeres de ese rango de edad en la escuela que hombres. Las causas tal vez no sean ideales —parecen apuntar a una mayor deserción por parte de los varones—, y no todas ellas elegirán una carrera científica. La brecha se invierte: una mayoría de mujeres en las aulas.

Por eso creo que las invitaciones a que las niñas y las adolescentes se acerquen a la ciencia son necesarias, pero se están quedando cortas. ¿Qué tenemos para ofrecerles a las mujeres que ya están en las carreras de ciencia, tecnología, ingeniería y medicina? Estas fechas deberían de utilizarse también para cambiar leyes y patrones dentro de la academia. Asegurar un ambiente seguro para el alumnado, salarios iguales, que haya más mujeres en las direcciones de los centros e institutos, que la maternidad no implique un rezago profesional.

Otro punto urgente tiene que ver con los singulares utilizados en el nombre de este día internacional: LA mujer y LA niña. Así como el feminismo son muchos feminismos, nos volveremos a quedar cortos dirigiéndonos a LA mujer y LA niña. Sobre todo porque al homologar a las mujeres o a las niñas dentro de un solo grupo, se invisibiliza una vez más a grupos constantemente marginalizados. En las palabras de Jocelyn Cheé Santiago —una científica binnizá— en un artículo titulado “Indígenas en la ciencia: cuando no estamos todas”, publicado en la Gaceta de la UNAM: “solamente 1.7 por ciento de personas en las universidades públicas de México se reconocen indígenas y de las personas afrodescendientes aún no hay datos concretos. La representación es mínima. Detrás de estos números pequeños se esconden violencias que deben ser nombradas: pobreza, desplazamiento, lingüicidio, racismo”.

Para la academia ya no debe de ser suficiente el preocuparse por invitar a la mujer y a la niña. Ya no puede ser tan ingenua. Debe de estar consciente de todas las poblaciones que están infra representadas en sus aulas y que nos hacen falta en las actividades científicas. Que se les invite no solamente a ser parte de un laboratorio sino también a dirigirlo, que no se forme un embudo que excluya a las mujeres de los altos mandos, de los reconocimientos, de los bonos.

Las mujeres y las niñas ya han aceptado la invitación de la academia —desde hace décadas— a ser profesionistas de la ciencia. Es hora de hacernos responsables de dicha invitación.

*Coordinador de la Unidad de Divulgación del Centro de Ciencias Genómicas de la UNAM y miembro de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia.

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