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En un país como México y un estado como Morelos la vulnerabilidad rodea a toda la población y gran parte de ella se debate entre la pobreza y la pobreza extrema, lo que determina que la pérdida de un empleo o la aparición de una enfermedad sean sucesos catastróficos para familias enteras.

En su colaboración del día de hoy, el Investigador del CRIM de la UNAM en Morelos, Héctor H. Hernández Bringas, analiza la relación entre la pobreza y la vulnerabilidad.

“Venerable es quien paga una renta de vivienda que absorbe buena parte de sus ingresos; quien padece una enfermedad y no pude acceder a un hospital público y tampoco pagar uno privado, o bien que incurre en gastos catastróficos por superar un padecimiento; Vulnerable es quien no tiene servicio de agua potable o drenaje en su casa, quien no tiene acceso a los servicios de educación, por la distancia, porque tiene que trabajar o simplemente porque no es aceptado. Vulnerable es quien no consume alimentos en cantidad y calidad suficiente, quien vive al día y depende de su trabajo diario para su subsistencia, quien tiene un empleo precario”, explica Hernández Bringas.

En nuestro estado, más de la mitad de la población (el 51 por ciento) se considera pobre de acuerdo con los parámetros del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), lo que significa que la mayoría debe subsistir con ingresos por debajo del costo de la canasta básica. La pobreza extrema alcanza a 8 de cada cien Morelenses.

Esto no significa que el resto de la población tenga solucionada la vida: solamente el 16 por ciento de los morelenses son considerados no vulnerables. Es decir el 33 por ciento de la población se mantiene con distintos grados de vulnerabilidad por su limitado acceso a diversos satisfactores básicos. “La gente pobre es vulnerable, pero también los son amplios sectores de ingresos medios porque viven situaciones de inseguridad e indefensión”, explica Hernández Bringas.

De acuerdo con el INEGI, Morelos está casi al fondo de la lista en cuanto a población con acceso a servicios de salud,  en el último censo sólo tenía acceso a ellos poco más del 68 por ciento de los morelenses; en 2020 teníamos un porcentaje de deserción escolar del 16.3; solo el 27.3 por ciento trabajaba más de 48 horas a la semana, mientras que el 66.8 por ciento de la población se ubicaba dentro de la informalidad laboral, también uno de los mayores porcentajes a nivel nacional. 

Estos son parte de los indicadores sobre los que se deberíanbasar las políticas públicas, de hecho, éste es el propósito original de este tipo de estudios, no dar argumentos para criticar a la administración pública. Sin embargo, las quejasse justifican cuando no se hace nada al respecto.

Este es un problema social que nos afecta a todos, incluso a ese 16 por ciento de privilegiados que vive una vida cómoda rodeado de personas vulnerables.

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