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Karla Esparza*

El hablar de diversidad lingüística implica no sólo un reconocimiento de la propia lengua, sino de aquellas que han venido a cambiarla, a pensar en la forma en que la interpretamos, a crear puentes, a tener en cuenta la multiculturalidad y la pluralidad de las voces creadoras y creadas. Pero ¿qué pasa en ese sentido en el ámbito editorial? Para empezar, esto se hace desde el autor hasta el lector, pasando por todos aquellos que leen, revisan, corrigen y aportan algo a las páginas antes de que éstas sean publicadas.

Desde hace varios años algunos piensan en el uso de elle / le como una alternativa que abre posibilidades de aceptación a las personas transgénero o de género no binario, otros lo evaden y otros simplemente intentan adaptarse a las nuevas formas, muchas veces sin éxito. En la cuestión oral parece que nadie tiene problema, pues la construcción de la lengua, tan propia, tan cambiante, tan maleable, se presta a que uno juegue, se equivoque, corrija, replanteé ideas, establezca contacto directo con el interlocutor. Sin embargo, la escritura está en un lugar aparentemente opuesto.

Si bien en algunos países, pocos, se han lanzado propuestas editoriales que adopten formas lingüísticas nada convencionales, como el uso de la e o la x, y eso sólo para publicaciones digitales, en otros ni siquiera se ha puesto sobre la mesa. Géneros como la narrativa gráfica o la dramática, dado que su eje central es la oralidad, se prestan a que, una vez delineados los personajes, se definan las formas de hablar, de referirse a otros o a sí mismos como lo que quieren ser. Esto quizá, en espacios bastante reducidos, en círculos en los que la auto publicación es una opción viable, ha dado como resultado algún libro de narrativa (gráfica), poesía, teatro, incluso ensayo, que use estas nuevas formas que los más jóvenes luchan no sólo por adoptar, sino hacer que otros lo hagan. ¿Pero en algún momento esto se expandirá?, ¿las editoriales independientes serán las primeras en experimentar y tirar un volado a publicar un texto que probablemente no sea aceptado por muchos?, ¿o será el resto el que por sus grandes tirajes designe una pequeña parte a publicaciones con lenguaje incluyente?

Resulta complejo mas no imposible, sin perder de vista que no debe ser una pauta autoimpuesta que deba cumplirse absolutamente todo el tiempo, sino que puede surgir si el tipo de publicación lo permite, sin forzarlo sólo por querer tener mayor visibilidad o aceptación entre el público.

 

*Emiliano Becerril invita a la editora Karla Esparza a hablar de la lengua en la literatura

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