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De acuerdo a Jesús Longar Estrada, director diocesano de Cáritas en el estado, hay profesores en el estado que han sido agredidos por sus alumnos y que prefieren guardar silencio para no incomodar a los padres de familia, algunos de los cuales podrían ser “de armas tomar”, literalmente.

El especialista comentó que sabe de por lo menos un caso en una secundaria de Cuernavaca en la que los alumnos se confabularon para atacar físicamente a su profesor, quien optó por no denunciar la agresión ya que se desconoce a qué se dedican los padres de familia y si su trabajo es lícito o no, con todo lo que esto implica dada la realidad de nuestro estado.

Parece un mal chiste, pero es el grado de descomposición social que vivimos el que les aconseja prudencia a los profesores pues, con tanto delincuente suelto, quizá alguno de sus vástagos sea alumno suyo y, por la forma de actuar del menor y sus secuaces -perdón, sus compañeritos de salón- podría no estar muy lejos de la realidad.

Desde luego que todos en Morelos ya perdieron la esperanza de que el IEBEM tome nota y haga algo al respecto, mucho más cuando su director es un irresponsable incluso con sus mascotas.

Pero esto es síntoma de un problema mucho más profundo y la evidencia de que estamos a unos pasos de la ley de la selva, en donde la autoridad la ostenta quien tiene el mayor poder para infringir castigos sin importar leyes, policías o la jerarquía de personajes que, por su investidura -por ejemplo el profesor en una escuela- deberían gozar.

¿Qué se puede esperar que aprenda una persona que, por ejemplo paterno, sabe que se puede salir con la suya haciendo uso de la fuerza y del amedrentamiento? ¿esta persona o sus padres serán conscientes de que le están dando al traste a toda la institución escolar más allá de que asusten a un profesor?

Como dicen los especialistas, la jerarquía entre profesor y alumno, junto con la disciplina escolar, juegan un papel fundamental en la educación formal. Estos elementos establecen un marco que fomenta el aprendizaje, el respeto mutuo y el desarrollo integral de los estudiantes. Además, el papel de los padres en este proceso es crucial, ya que su apoyo y participación fortalecen la relación entre maestros y alumnos, así como la comunidad educativa en su conjunto.

Pero si este es un problema grave -por lo menos para ese salón de clases, esos alumnos y ese profesor- es una evidencia de que las cosas están de cabeza en Morelos: se recurre a la violencia porque se sabe que ésta permanece impune y no se denuncia porque se sabe que la venganza llegará antes que la lejana justicia. Es un triste retrato de nuestra realidad.