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Hace unas semanas comentábamos en este espacio la inusual persistencia de suicidios en el Centro Federal de Readaptación Social (Cefereso) Femenil número 16, en Michapa, municipio de Coatlán del Río. La Jornada Morelos informó en aquel entonces que ya se habían encontrado los cuerpos de tres internas que, supuestamente, habían decidido quitarse la vida ahorcándose en sus celdas. Hoy reportamos la quinta muerte, en idénticas circunstancias. Ahora fue Claudia “N”, de 44 años.

El patrón es preocupante, aunque parece que a nadie le importa la vida de las mujeres que por cualquier razón se encuentran privadas de su libertad en Michapa.

¿Qué es lo que se necesita para que alguna autoridad tome cartas en el asunto e investigue, primero, la veracidad de los suicidios -situación que evita una investigación criminal- y, segundo, las circunstancias que rodean que este tipo de sucesos se realicen en un espacio confinado y cuya población supuestamente debe estar vigilada?

Si esto sucediera en cualquier otra comunidad ya habría llamado la atención y seguramente se buscarían las causas, pero el desdén con que se mira a las personas encarceladas -muchas de las cuales, por cierto, aún no reciben condenas- habla muy mal tanto de las autoridades encargadas de la cárcel, del sistema penitenciario mexicano, como de toda nuestra comunidad.

Estas cinco muertes ameritan una verdadera investigación que descarte algún acto criminal, aunque, de llegarse a comprobar que los cinco suicidios fueron producto de una acción voluntaria de esas cinco mujeres, la responsabilidad recaería, completa, en el sistema penitenciario, pues la situación particular del Cefereso número 16 de Michapa, el penal con el mayor número de internas proclives al suicidio en nuestro país, ya había sido advertida por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) desde el pasado mes de marzo.

En efecto, en el Informe Especial 1/2023 del mes de marzo de este año, el Mecanismo Nacional de Prevención de la Tortura de la CNDH concluyó que el Cefereso Femenil número 16 tiene el primer sitio de casos con posibles conductas de riesgo suicida, con 161 mujeres en esta situación, las cuales se autolaceran o incluso han llegado a colgarse para ser “salvadas” por sus propias compañeras.

El aislamiento y el abandono psicológico de las internas es fomentado por las mismas autoridades, la CNDH identificó, entre las violaciones más graves en el Cefereso 16, prácticas de aislamiento y encierro prolongado, que pueden traducirse en actos de tortura que podrían llevar a conductas suicidas. Las internas solo pueden hablar con la gente del exterior por diez minutos cada semana.

En las visitas realizadas a dicho centro, la CNDH detectó que los traslados realizados a otros centros penitenciarios o módulos se realizaron sin la protección de derechos y sin perspectiva de género; que prevalece la inadecuada integración de registros en expediente único y falta de atención a la salud física y mental de las mujeres reclusas. Estas, y otras circunstancias, pueden constituir efectos negativos en su salud mental y derivar en factores de estrés que puedan conducir a conductas suicidas, según la Comisión. Y todo esto lo reportó antes de la primera muerte del 2023.

Algo se tiene que hacer con urgencia y por humanidad. Arrebatarle a cualquier persona su voluntad de vivir, es un castigo mucho más cruel que la pena de muerte.