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Aunque todo el mundo coincide que combinar alcohol con el volante es una mala idea, el programa de alcoholemia ha sido criticado durante mucho tiempo por diversas razones.

Para empezar, a algunos les parece rigorista el parámetro establecido en la nueva Ley General de Movilidad y Seguridad Vial (LGMSV) con vigencia federal, que prohíbe conducir vehículos de cuatro ruedas con una alcoholemia superior a 0.25 mg/L en aire espirado o 0.05 g/dL en sangre; los motociclistas no deberán presentar una alcoholemia superior a 0.1 mg/L en aire espirado o 0.02 g/dL en sangre, mientras que los conductores de vehículos destinados al transporte de pasajeros y de carga tienen prohibido conducir con cualquier concentración de alcohol por espiración o litro de sangre.

En castellano: hay que considerar que una cerveza (355 mililitros), una copa de vino (150 mililitros) y medio caballito de tequila (30 mililitros) contienen 10 gramos de alcohol, o lo que es lo mismo, una unidad de alcohol. “Así, el alcohol en sangre en un hombre de unos 70 kilogramos sube con una cerveza a 0.2 gramos por litro; con dos, a 0.5; con tres, a 0.7, y con cuatro a 0.9. Entretanto, el alcohol en sangre en una mujer con ese mismo peso sube con una cerveza a 0.3 gramos por litro; con dos, a 0.6; con tres a 0.9, y con cuatro a 0.12. Esta diferencia entre ambos sexos se debe a que el volumen de distribución de agua en ellas es menor al de los varones. Claro, los efectos del alcohol en cualquier persona dependen también de si durmió bien la noche anterior, si comió antes de beber o mientras lo hacía y si ingiere alcohol de manera crónica”, explica Luis Carlos Faudoa Mendoza, coordinador de la Clínica de Atención Integral para las Adicciones, del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la UNAM.

Por otro lado, se considera que, si bien es aceptable el programa, las autoridades se pueden aprovechar de él con fines recaudatorios, como se han quejado algunos automovilistas que recientemente han caído en el alcoholímetro en Tepoztlán, conocida localmente como la cantina más grande de Morelos, a pesar de su distinción de Pueblo Mágico.

De acuerdo con la nota de nuestra compañera Angélica Estrada, en Tepoztlán se obliga a pagar la multa de ocho mil pesos en el sitio en el que se detecta la infracción, pero después se permite que el automovilista continúe su viaje como si nada hubiera pasado, con lo que se pone en duda la eficacia del programa para prevenir accidentes de tránsito que no necesariamente pueden ocurrir en el municipio, sobre todo cuando se considera su naturaleza turística.

Se puede esperar que los ayuntamientos se preparen para estar en condiciones de sancionar como marca la ley a quienes infringen las normas que aplican y, en el caso de las pruebas de alcoholemia que pretenden combatir un problema de salud pública, la responsabilidad que asumen implica un compromiso con sus ciudadanos y también con los municipios vecinos. El problema va más allá del monto, cobro o uso del dinero por concepto de multa.

El alcoholímetro es de indudable utilidad -ni más ni menos que el 30 por ciento de los decesos por accidentes automovilísticos se originan por el abuso de la bebida- y en estas épocas con mayor razón -de acuerdo con el Consejo Nacional de la Prevención de Accidentes de la Secretaría de Salud, en estas épocas se incrementan los accidentes viales en un 30 por ciento. Pero, para que funcione, habría que ejecutarlo debidamente.