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El Partido Revolucionario Institucional no solo fue el primero del sistema político posrevolucionario, también fue el creador de la cultura política mexicana, con sus virtudes y todos sus defectos. Del PRI salieron prácticamente todas las instituciones del Estado Mexicano creadas durante casi todo el siglo XX y las que se construyeron después, como el sistema electoral y los medios de control constitucional derivaron de las acciones ciudadanas provocadas por los abusos del presidencialismo autoritario, otro diseño tricolor.

El priismo no era una ideología, sino un modo de vida, una agrupación que se adecuaba a las coyunturas históricas, pero también a las conveniencias de grupo, lo mismo fue de izquierda nacionalista que neoliberal, y en su padrón cabían entonces todos, desde la izquierda recalcitrante hasta la derecha que presumía modernismo adoptando recetas de la posguerra mundial tropicalizadas para el beneficio de unos cuantos. Tecnócratas y campesinos, obreros y empresarios, tirios y troyanos convivían en sus asambleas porque las alternativas políticas de entonces eran prácticamente inexistentes.

Del PRI nos quedan algunas frases memorables como aquella del “pequeño priista que todos llevamos dentro” cuando la gente se refería a las tentaciones autoritarias o de corrupción que de pronto surgen en la mente de los políticos; o la de “¿qué horas son? Las que usted diga, señor presidente”, para ilustrar la alteración de la realidad más dura a los deseos de un solo hombre.

Pero el PRI fue erosionando en todo, desde su poder y militancia hasta su calidad política, que a estas alturas resulta innegable. De los grandes nombres de ilustres políticos priistas, como Enrique González Pedrero, Jesús Reyes Heroles, Arturo González Cosío, Leopoldo Zea, Lázaro Cárdenas del Río, Carlos Riva Palacio, Porfirio Muñoz Ledo, Pedro Ojeda Paullada, Beatriz Paredes Rangel; el deterioro para llegar a un personaje como Alejandro Moreno Cárdenas, evidencian y probablemente explican la barrena en la que cayó el PRI durante este siglo.

En Morelos la cosa es bastante peor, aunque pocos políticos con verdadera formación intelectual y política han dirigido al partido en el estado, figuran en el listado nombres como Rodolfo Becerril Straffon, Juan Salgado Brito, Jorge Morales Barud, Samuel Palma César, que dejaron el partido por convicciones o fueron marginados absolutamente de la toma de decisiones para permitir una dirigencia como la de Jonathan Márquez que, los números lo demuestran, está a uno o dos procesos electorales de extinguir al PRI en Morelos.

La primera virtud que tuvieron los dirigentes históricos del PRI citados fue la visión política, una que Alejandro Moreno y Jonathan Márquez han perdido totalmente. Aún con las evidencias numéricas, políticas y simbólicas de la debacle a la que contribuyeron y aceleraron, ambos consideran reelegirse, lo que según los datos podría condenar a muerte al partido histórico de México. Como van las cosas, probablemente, lo merezca.