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Aunque parezca obvio, no todo el mundo parece tener claro que la vocación agrícola de nuestro estado depende en gran medida del cuidado de sus recursos naturales y de lo que logremos influir, como comunidad, estado y nación, en los esfuerzos globales para tratar de controlar el impacto del cambio global del clima.

Ya es un lugar común hablar del “efecto mariposa”, aquel que habla de que pequeñas acciones locales pueden tener efecto al otro lado del planeta, pero en este caso es verdad: así como la polución masiva que padecemos se originó primero con una empresa o una persona que descuidaron sus desechos o afectaron a la naturaleza de manera local -y que a lo largo del tiempo su ejemplo ha cundido hasta afectar el clima del mundo entero- de la misma forma la solución planetaria depende de lo que se haga en casa.

En las semanas pasadas hemos padecido el fenómeno de El Niño por el que se ha agudizado el calor y con ello favoreciendo la aparición de otras situaciones -como el pasado Domo de Calor- que parecían confabularse en nuestra contra. Su contraparte es La Niña y juntos conforman el ciclo climático de El Niño-Oscilación del Sur (ENOS) que se caracteriza por las variaciones de las temperaturas del océano Pacífico ecuatorial y por cambios en la presión atmosférica.

Durante un evento de El Niño, las temperaturas de la superficie del mar en el Pacífico central y oriental se calientan, lo que puede alterar patrones climáticos a nivel global, provocando inundaciones en algunas regiones y sequías en otras. En contraste, La Niña se asocia con el enfriamiento de las aguas del Pacífico, generando efectos climáticos opuestos a los de El Niño. Son ciclos naturales que se conocen desde mucho tiempo atrás y en los que el famoso calentamiento global antropogénico influye de manera tangencial pues no los determina pero sí influye en su intensidad, duración y frecuencia. Como lo acabamos de experimentar con la prolongada temporada de calor y sequía del año pasado que secó las presas y pulverizó las cosechas del estado.

El episodio de El Niño de 2023-2024 contribuyó a un aumento de las temperaturas mundiales y a fenómenos meteorológicos extremos en todo el planeta, pero el problema es que El Niño parece estar jugando a las vencidas con La Niña y, en lugar de que ceda el paso, en estos momentos hay la mitad de probabilidades de que se prolongue retrasando así la llegada de temperaturas más frescas.

La Organización Meteorológica Mundial (OMM), opina que es probable que la situación evolucione y se instaure un episodio de La Niña, pero los últimos pronósticos de los Centros Mundiales de Producción de Predicciones a Largo Plazo de la propia OMM prevén dos escenarios igualmente probables: condiciones neutras respecto al fenómeno El Niño-Oscilación del Sur (ENOS) o transición hacia un episodio de La Niña entre junio y agosto de 2024.

Es decir, que por nuestra culpa, se ha modificado el calendario de secas y lluvias, lo que afectará inevitablemente la producción agropecuaria de la que dependemos todos y miles de familias morelenses de manera directa. Conste que estas no son opiniones ni conjeturas, sino conclusiones científicas que deberían tomar en cuenta las políticas de gobierno. La nueva administración estatal podría enfrentar en la transformación climática mundial un reto de grandes proporciones a nivel local. Justo en la escala en donde empezó todo este desbarajuste.